Dedicado a Jessica Kurz y
Roraima Ron Coffil, Quienes adornan
con sus conversaciones
las noches oscuras
La Calle “Santa Marta”
estaba extrañamente iluminada por los faroles amarillos en los que se habían
convertido las ventanas de las casas y pequeños edificios donde hacían sus vidas
los vecinos; que ahora caminaban con velas encendidas por las habitaciones .
El apagón de ese día comenzó pasadas las cinco de la tarde.
Todo quedó paralizado a excepción de las tristes luces de las velas que
deambulaban de un lado para otro, como sigilosas almas proscritas en medio de la
penumbra que anunciaba pronta la oscuridad de la noche.
Algunos dijeron esperanzados: ¡No durará mucho! Otros
preguntaron: ¿Durará mucho? Y otros tantos simplemente callaron para recordar
donde estaban las velas, las linternas de las fiestas pasadas o los mecheros de
aceite, que del apagón anterior quedaron a la espera de ser encendidos.
En lo alto de la colina, muy al final de la cuesta, un
rústica casa empobrecida, resplandecía con blancos y enormes destellos que
parecían elevarla sobre un caudal de luz brillante… etéreo.
Muchos se detuvieron y exclamaron: ¡Oh! ¡Aún tienen
electricidad y nosotros no! Algunos preguntaron: ¿Aun tienen electricidad y
nosotros no? Otros simplemente se sentaron a contemplar la luna emergiendo
detrás de la colina por encima de la casa, y esperaron tranquilos para ver las
estrellas.
Narré esta historia a un amigo que llamó a mi teléfono, casi
a mi siempre tardía
hora de ir a dormir.
Al final, escuche su respiración pausada a través de la
línea y le dije: “Siempre serás Tú quien decida como observar la vida; si como
breves o desesperadas candilejas en la noche, o como un maravilloso cielo
estrellado a la luz de la luna…”
Me despedí deseándole un
sueño reparador y tranquilo.
Elio Montiel
Para Píldoras para vivir
conmigo mismo
Ilustraciones EMON