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La Sombra del Paraguas Fotografía Elio Montiel |
El hombre de gris se
levantó del asiento, miro a su alrededor a las caras de la gente, que como
figuras de cera contemplaban al orador. Levantó su voz y dijo. - Creo que, para
utilizar el Lenguaje dentro de su contexto, debo decir que es Usted un Apostata
que predica sus ideas y que al igual que las que le preceden son, además de
mentiras, son bombas que incineran a los crédulos, en una guerra por el
control y el sostenimiento del poder
¿Habla del conocimiento
como un “Don” con lo cual intuyo que no todos tenemos el don del conocimiento…
pero ¿cómo es eso? Quiere decir que Usted tiene el Don, pero el Joven que está
al final de la fila, aburrido, enfundado en ese traje que le queda corto porque
ya empieza a crecer y a cambiar, como es natural, ¿no lo tiene? ¿Quién hace ese
juicio?, o quiere decir, que estamos separados en dos filas, los que tienen el
Don y los que no lo tienen, ¡claro, claro! ¡porque no les ha sido dado! Se
entiende… Pero quien da el conocimiento…
La audiencia sorprendida
por el repentino asalto argumental vocifero con protestas. Protestas que fueron
apagándose en la medida que aquel extraño hombre vestido de gris hablaba.
El conocimiento, sentenció.
No es un Don, no es una gracia concedida. ¡Es parte de la naturaleza humana
dotada absolutamente de toda complejidad! ¡De toda inteligencia! ¡De toda
animosidad para enfrentar la vida! Nadie le ha dado nada al hombre, que ya no
tuviese consigo… Es, a ciencia cierta, la explicación a todo. No hay mayor
sabiduría que la de reconocer que es del hombre la factura de todo conocimiento
y la única divinidad proviene de él mismo.
Por tanto, sólo hay una
fuente de agua desde donde se derrama todo conocimiento. Cada grieta que este
caudal crea se apropia del agua que fluye y le da nombre a su cauce como una
forma egoísta e intencionada de apropiarse de la verdad evitar la libertad del
libre pensamiento y desconocer el origen que no es otro que el hombre mismo.
Es el hombre mismo, bajo
esta premisa, quien ha levantado altares y procedencias, dioses y autoridades, ¿por
temor? ¡Sí! A su propia existencia. A su potencial de creación, que ha
fantaseado con divinos Magos autosuficientes y eternos para evitar la
responsabilidad que tiene sobre la vida. Él y sólo él es el amo de la verdad y él
y sólo él sabe hasta cuando es verdad, hasta cuando le es útil esa verdad,
hasta cuando conveniente…
El joven al final de la
fila, se levantó estirando sus pantalones que además de ajustados le quedaban
cortos. Su cara aterrorizada miró a la audiencia y volteó para fijar su mirada
timorata en los ojos del hombre vestido de gris. Su voz casi inaudible al principio
se tornó fuerte y decidida para decir. ¡El negro también es luz! Y sólo a
través de él podemos contemplar la maravilla de los demás colores, no es una
luz pretensiosa, sin embargo, tiene la función de permitir se destaquen los
demás colores… Su voz ya mas segura acompasaba su mirada que iba del suelo al
techo, del hombre de gris al pastor, y saltaba por encima de las cabezas de los
asistentes con un dejo tembloroso que parecía rogar por entender eso mismo que
decía y que en su fuero interior, aquel que posee todo ser humano, estallaba
con furia haciéndole deshacer de aquel incomodo traje que lo asfixiaba. Se
quito la chaqueta, aflojo su cintura, desabotono su camisa y salió raudo de
aquella sala, ahora muda pero llena de tanta verdad.
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Detrás de la Ventana Fotografía Elio Montiel |
El hombre de gris se quedó
mirando fijo la briosa salida del chico de aquel salón de caras amarillas como
la cera. En su interior le pareció sentir que dejaba libre a un corcel en los
pastos verdes de un mundo de experiencias por conocer. Luego, miro fijamente al
Pastor y le dijo, casi como un susurro. Allí va un Dios de los de verdad. Tomo
su sombrero y se despidió con un ademán del ala. Feliz día para todos…
Atravesó el portal con
aire de Fred Astaire y se fue desapareciendo en la distancia. Dicen algunos que
lo han visto en muchos lugares y en ninguno, Otros que jamás ha existido y
otros que dicen haber estado con él y cuentan a su manera, las andanzas de
aquel hombre de gris, pero nadie sabe realmente que fue de él.
Tío, ¿y que pasó con el
chico de la historia?
Ese chico, ese chico,
eres tú, soy yo, y es cada ser humano en este planeta… ahora duerme que mañana habrá
tiempo para más…
Elio Montiel
Para Píldoras para dormir
conmigo mismo