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lunes, 13 de julio de 2020

De Historia, recomendaciones y viajes fantásticos



"Puedo recordar muy bien cuando el cortejo se dirigía a la iglesia. Por todos lados sonaban las campanas, las sirenas y todos los sonidos de la celebración, pero cuán silenciosa se quedaba la gente cuando se daba cuenta de nuestro funeral", se lee en la carta.
 Recuerdos de una niña de nueve años de Coventry, cuya madre de 35 años y su hermana de 7 murieron con dos días de diferencia
Museo Imperial de la Guerra, en Londres 1918



El teléfono de hilo I
Ilustración - Elio Montiel
Como cada mañana, leo los mensajes de amigos y familiares en la mensajería telefónica. Otro día mas para agradecer poder tener información de personas a quienes quiero. 

En estos días en los que hemos debido asumir una responsabilidad con la vida y cuidar quizás con menos arbitrariedad de la salud de nuestros seres queridos y la propia, he notado que con el transcurrir de los días en medio de la crisis sanitaria mundial, aquéllos que iniciaron con optimismo la hazaña de recluirse en casa, han ido perdiendo poco a poco y casi imperceptiblemente, ese impulso romántico hasta ensordecer, que construimos para protegernos de una realidad que cada vez se percibe más amenazante. 

De alguna manera, siento que poder colaborar e infundir ánimos a las personas de mi entorno más cercano, es parte de aquella promesa de “estar allí”, de compartir la reclusión aun en la distancia, entender sus dudas y emociones y brindarles de alguna forma “extra sensorial” el afecto que quizás tememos se diluya en medio de lo que, a futuro, nos parecerá irrelevante; como una simple justificación que nos permita poder seguir el camino. 

A tantos días de “cautiverio” ya es común leer mensajes como: ¡El encierro me tiene loca! ¡No hayo que inventar, no soporto la situación con…! ¡Me siento estúpido tratando de sobre llevar esto! ¡No sé cómo enfrentar una nueva semana así! O simplemente, ¡necesito un abrazo fuerte! 

El teléfono de hilo II
Ilustración - Elio Montiel
En 1918 la conocida epidemia de la “gripe española” acabo con más vidas de las que se pueden contar en la primera guerra mundial. Algunos relatores dicen, que la guerra terminó como efecto de la tragedia que ocasionó esa pandemia. Muchas historias cruzadas, tristes en su mayoría, dejaron un gran aprendizaje que hemos querido obviar con la dinámica comunicacional que nos permiten los avances tecnológicos. Sin embargo, el impacto emocional siempre alcanza las mismas escalas y es normal sentirnos deprimidos, angustiados o vencidos por la incertidumbre. 

Lo cierto es que este punto de inflexión debe hacernos morder el anzuelo de lo que hemos olvidado en el intento de rescatarnos de ese ciclón de emociones, para recordar mirar hacia dentro, pensar en lo positivo que puede ser para cada uno de nosotros imaginar el encierro, las limitaciones que se nos presentan, en una dimensión distinta. Sin negarlo. Decir o creer que no hay una limitación, sería absurdo, pero ver desde fuera la circunstancia e inventarnos un mundo fantástico negando el encierro, no es saludable. 

¿Por qué no intentas verte dentro? Sugerí a una gran amiga esta mañana. ¡Ningún encierro puede con eso! Dije. ¿Por qué crees que eres importante para mí, como para muchas otras personas que te aprecian? ¡Ni que fueras tan bella Agapita! Jajajajaja. Reí intentando darle algo de humor a la seriedad de mi mensaje, para luego continuar diciendo. Tu interioridad es tan grande que no hay crucero que cubra tal distancia, ni vacaciones tan largas, ni lugares tan hermosos. En otras palabras, puedes intentar sinceramente redescubrir tu individualidad y redimensionar el valor que tienes. Eso, con el pasar del tiempo te será más útil. 



Elio Montiel 

Para Píldoras para dormir conmigo mismo. 

Julio 2020

lunes, 6 de julio de 2020

Una Postal al futuro

Vincent's Shadows
Acrílico - Elio Montiel


…Temo a la inseguridad que se me plantea a futuro y sabes las implicaciones que tienen para mi y la familia. Dijo en tono preocupado. Los cambios que he tenido que hacer, de repente, me parecen errados, así como las decisiones, ahora me parecen poco realistas…

Le interrumpí y dije. Toda decisión, en cuanto al futuro, nunca es realista, estamos hablando del futuro. Hice una pausa para dejarle continuar hablando, sin embargo, me miró como si buscara respuestas.

Continué entonces diciéndole la frase “Cliché”. El pasado ya pasó, por consiguiente, no puedes hacer nada, lo hecho, hecho está. El futuro aun no ha llegado, entonces, lo que te queda en las manos es el presente. En mi cabeza resonó un “flash back” de mi época del tercer grado en el que escuchaba a mi maestra Gladys. ¿Presente indicativo del verbo Hacer? ¡Yo hago! Respondíamos a coro los chicos de la clase.

Hace tiempo atrás, al final de una actividad de capacitación, la persona a cargo, nos obsequió a cada participante, una postal diciendo: Escriban en esa postal su dirección de habitación y un mensaje para Ustedes relacionado con las expectativas creadas a partir de la culminación de este seminario. Cada uno de nosotros escribió el mensaje solicitado y al terminar, el facilitador nos pidió de regreso las postales, advirtiendo que en unos meses nos la enviaría y podríamos tener una medida de cuanto impacto habíamos obtenido de la experiencia del seminario. Algunos meses después recibí en casa la postal prometida y al leer el mensaje, pude darme cuenta que no había podido o querido realizar aquello con lo que de alguna manera había establecido un compromiso en aquel seminario.

Recuerdo haber sentido cierta decepción por no haber logrado todo aquello que en aquel momento había prometido y vaya que si le di vueltas e hice acopio de cuanta escusa encontré tratando de disculparme con aquella postal… o conmigo.

Finalmente entendí que el contexto en el que preparé aquella postal, no era con precisión una medida de tiempo, sino que era para los efectos, la suma del tiempo, el espacio, la forma o circunstancia y el individuo o persona; lo demás era de por si irrelevante. La persona que era en el momento ya no era más, las formas o circunstancias, ya no eran más, el espacio y el momento tampoco, entonces la postal era irrelevante, caminé unos pasos y la deposité en un cesto de basura. Recuerdo que con lo que sí me quedé fue con el ejemplo de aquel facilitador y su ejercicio de compromiso.

Mi amigo me observó e intentó decirme algo, pero volvió a guardar silencio y se quedó pensativo. Me retiré un momento para buscar dos tazas de café en el mostrador de la cafetería en la que me había citado.

De regreso en la mesa mi amigo se inclinó hacia mi y dijo: ¿Lo que tengo es el presente entonces? Si, respondí. El presente es lo que tienes y en el puedes cambiar el pasado y preparar el futuro, pero como dije, en el futuro las circunstancias, la persona, el tiempo y el espacio habrán cambiado y dependerá de ti qué será lo irrelevante y con qué te quedarás para continuar el camino. Todo se resumirá en el compromiso que hayas hecho, porque eso será lo único tangible que tendrás y a partir de allí seguirás construyendo cada cosa, otros momentos de tu vida. No pierdas el tiempo en angustiarte sobre lo que pasará y utiliza todo tu empeño, aquí y ahora para darle forma a tus sueños.

Nos despedimos como siempre con un gran abrazo, no hacía falta más.



Elio Montiel

Para Píldoras para dormir conmigo mismo