Buscar este blog
martes, 19 de diciembre de 2017
Sacando cuentas…
Estuve hablando con un amigo al que encontré muy ocupado en sus tareas. Me explicaba que ya era el cierre de año para la empresa en la que trabajaba y aquello le producía una gran cantidad de trabajo que lo mantenía prácticamente pegado a la silla de su escritorio. Le miraba mientras ordenaba y ordenaba papeles, los registraba en su computadora, archivaba y una vez más, ordenar, registrar, archivar. Se volteó hacia mí y sonrió tímidamente, al tiempo que me preguntaba - ¿Qué ves? Le sonreí y dije: Un montón de deseos dormidos, esperanza, sueños, ganas de dormir, también veo los ojos de tus hijos y de tu mujer que también se distrae sacando cuentas…
Todos cumplimos un ciclo cada año, quizás por eso tenemos tan arraigado el concepto de “final” y de “reiniciar” mucho más que el de continuar; contamos las calorías, la cantidad de amigos en la red social, la estadística pareciera ser más importante que nuestras propias vidas. Igual nos pasa los fines de semana. Contamos las horas que nos quedan, las cosas que debemos hacer, las piezas que debemos lavar, la comida que debemos hacer. También los años que nos faltan para el retiro, las cuotas del seguro social, los días que faltan para nuestras vacaciones, y en las vacaciones, los días que nos quedan para volver a trabajar y así también contamos los cambios de carro, o lo que nos falta para comprarlo, si aquél tiene más o tiene menos, las vueltas que dimos, para seguir contando las veces que tuvimos que hacerlo, la primera y la última… “¡las veces que te lo he dicho!… las veces que hemos dicho que “no lo volveré a hacer”. Si tuviéramos que hacer un collar de cuentas, nuestro planeta no se daría a basto para soportar collares tan largos.
Sin embargo, no contamos las personas que dejamos de visitar, los besos y abrazos que nos faltó dar
al amigo o amiga, al hermano o hermana, e incluso a aquel que nos sorprendió asistiendo a celebrar el cumpleaños que contábamos ya mayorcitos, las sonrisas… los éxitos, la gran victoria de levantarnos cada día para asistir a nuestra cita con la vida. ¡No!... sólo nos levantamos para ir al trabajo, ¡no hay nada victorioso en eso! No contamos tampoco la gente que nos contacta durante el día, ni las veces que nos dicen ¡Buenos días! Si contáramos la frecuencia con la que la gente dice ¡Buenos días! nos daríamos cuenta de que hemos perdido grandes cosas, cada vez son menos los saludos, los afectos y el deseo de compartir el silencio, el amor, la gracia infinita de saber que hay gente a nuestro alrededor llena de cosas para dar.
Quiero contar ahora los días que faltan para que termine este año, lleno de grandes satisfacciones y sueños realizados, de decisiones, de derrotas y victorias, pero quiero contarlos viendo a través de los ojos de todos esos grandes seres que han pasado por mi vida, dejando una huella imborrable de afecto, hermandad, comprensión, lealtad, paciencia, tolerancia, agradecimiento, belleza, alegría, esperanza. A todos aquellos que en algún momento leyeron también en mis ojos, que a pesar de las distancias, también me han contado en sus vidas…
A todos Ustedes, en estos días donde la sensibilidad sale a pregonar sus aires de esperanza y unión, quiero decirles que los cuento en mi corazón.
¡¡¡¡Felices Fiestas!!!!!
sábado, 9 de diciembre de 2017
Cuando el Yo es el punto de partida…
“…el punto de
equilibrio cambia en cada proyecto,
pero sí tengo claro que incluso en las poéticas del yo
la primera persona tiene que ser un punto de partida, no de
llegada.”
Mario Vargas Llosa[i]
En mi diaria revisión de lecturas me encontré con un extraordinario
artículo en la versión en idioma español del “The New York Times”, escrito por
Jorge Carrión, reconocido Periodista, Escritor y Profesor de amplia
trayectoria. En este artículo habla sobre el afamado escritor Emmanuel Carrère
y hace un análisis muy conciso de la transición de este escritor francés a lo
largo de su carrera como escritor de ficción y luego como novelista de profunda
y sincera reflexión.
Desde luego que no es mi intención hacer una evaluación
crítica del artículo, sino más bien tomar de él una frase que inspira
recurrentemente mi idea de la importancia de fortalecer nuestras aptitudes y
sincerar nuestras acciones sobre la base de una “preparación” personal para
consolidar nuestros propósitos, nuestra visión de la vida y nuestros deseos por
contribuir verdaderamente en nuestro entorno.
Como en otras oportunidades he dicho, creo que nuestras
debilidades no son otra cosa que fortalezas en proceso de mejora, y solamente
puedo reconocer al otro cuando me reconozco a mí mismo. Por principios siempre
me ha gustado colaborar con otros dentro de mis posibilidades, sin embargo, eso
no determina, ni mi fortaleza con respecto a los demás, ni una condición
especial pre existente. A lo que me refiero, es a que nuestras actitudes se
forjan en el constante uso de los valores que acobijamos durante toda la vida;
empezando desde niños, donde los hábitos que se siembran en esa etapa persisten
hasta la vida adulta y se fortalecen como ejes principales de la conformación
de una sociedad útil y progresista y no limitada a apetencias individuales, que
por lo general terminan destruyendo los vínculos transpersonales y los valores
importantes con los que tan sólo se beneficia una actitud acomodaticia o “confort”
y de total desprendimiento a los ideales humanos que buscan el bienestar
general en la medida en la que todos lo necesitamos.
A mi manera de ver, todo cambio o transformación no se inicia
en forma colectiva, siempre se inicia
cuando el ‘yo’ se convierte en el medio
para llegar al otro. En otras palabras, Yo debo hacerme responsable de mis
acciones y de la elaboración de mi propio ‘proyecto de persona’ ése, que debo o
que deseo ser. Sólo así podré encarar el proyecto colectivo que construye las
sociedades de progreso.
A cada paso que damos como civilización, entendiéndose el
término como sinónimo de progreso, son más los puntos en contra que a favor,
para la construcción de mejores condiciones colectivas, sin querer tratar el
término colectivo de manera engañosa
y bajo preceptos que hasta ahora le han dado un significado más diferenciador
que unificador.
En la actualidad parece ser más importante resaltar cada
colectivo por sus diferencias que por sus aspectos unificadores (se pueden
citar muchos ejemplos); si a eso sumamos las diferencias individuales; es de necios no reconocer que cada vez nos
distanciamos más de objetivos comunes que pongan de manifiesto la naturaleza
humana más engrandecedora, dotada de valores y propósitos (que cada vez parecen
perderse más en la sociedad occidental) que eviten el declive, la caída de todo
aquello que hemos tomado por bueno. Cabe allí la idea de construir en nosotros
mismos, fortalecer nuestras más insospechadas cualidades para dar un paso aun
más grande y que tiene que ver con la composición de una mejor sociedad. No
podemos aupar la idea de que por ser seres humanos no somos perfectos, ese es
el meollo del problema: ¡somos tan perfectos que hasta nos equivocamos!
Nuestra mejor herramienta es la capacidad que tenemos de
poder rehacer el camino, corregir los errores y revitalizar lo que la evolución
a puesto en nuestras manos y tiene que ver con la capacidad, la habilidad de
recrear todo a partir de un mismo principio, reidentificarlo, regenerarlo y una
vez más iniciar todo de nuevo. No nacemos para resistir estoicamente las
circunstancias, nacemos para cambiarlas, lo que implica una profunda
necesidad de cambiar nosotros y darles el revés necesario. De esa única manera
estaremos preparados para apoyar al otro y ser sustento, columnas y puentes de
un mundo mejor donde impere el deseo sincero por la felicidad de cada ser
humano.
Que descansen…
Elio Montiel
Para Píldoras para vivir conmigo mismo.
.
[i] "The New York Times" Emmanuel Carrère y el maldito punto de vista. Por JORGE CARRIÓN 3
de diciembre de 2017
domingo, 3 de diciembre de 2017
De lo que pensamos, los símbolos y las águilas en las banderas…
Es impactante la
cantidad de símbolos, en especial animales, que decoran las banderas de los
países en el mundo. De alguna manera, creo que son ideario y sustento de los
valores que distinguen a cada país, así como sus contradicciones. Encontramos
cruces en las banderas de países cuyas religiones oficiales son protestante, o
luteranas que mas que representar a la religión representan sus diferencias o
como me narraba una amiga sobre la Bandera de Japón, (ella, Japonesa) que la Bandera
de Japón fue una forma de copiar lo que en un momento histórico portaban países
que llegaron a las costas niponas, la historia cuenta que el símbolo del sol ha
sido asociado a Japón desde el siglo VII sin embargo son muchas las historias y
supuestos alrededor de su nacimiento, su aparición también justificaba de hecho la
divinidad del Emperador, pero que en sí (a decir de mi amiga) no guardaba una
relación con lo que usualmente representan las banderas para otros países.
Impactan aquellas que por la fiereza de los animales plasmados en ellas indican
una tendencia al dominio y a la magnificación de una supremacía que habría que
analizar desde lo que debería sustentar el simbolismo… su gente
Años atrás, en mi época
de estudiante, tuve un gran profesor, creo que todos en algún momento nos
tropezamos con uno (yo no escatimé, tuve varios). En uno de mis tantos
encuentros en los pasillos, lo encontré hablando con otros estudiantes sobre
las Águilas. Decía: Ustedes deben ser cómo las águilas, mirar todo desde arriba
para así tener una perspectiva más amplia y global de las situaciones. Sólo
triunfa el que se eleva por encima de los demás. Con esta premisa en mi corazón
viví muchos años…
Aunque hoy considero
que mi Profesor no estaba equivocado, si pienso que había un error de enfoque
en cuanto a cómo percibí el planteamiento de
Romero, (así se llamaba mi Profesor) en aquel momento. Eran mediados de
los ochentas más o menos, década de
grandes cambios: la caída del muro de Berlín, el desarrollo de tendencias
musicales nunca vistas, Perestroika, SIDA, Chernóbil, guerras, masacres y
atentados; Tiananmen, la amenaza de una guerra nuclear, en fin una serie de
acontecimientos que definitivamente derivaron en muchos otros cambios que hoy
en día mantienen permanentemente atentos
a todos los seres humanos.
Como era de esperarse
el rigor colectivo, también comenzó a perderse, nos fuimos volviendo una
sociedad cada vez más centrada en la individualidad, aislados, y donde lo
colectivo eran cosas de perdedores, ilusos, soñadores o hippies rezagados. “Hoy
tenemos una ideología del individualismo que simplemente alienta a la gente a potenciar
al máximo los intereses personales”[1]
(Peter Singer citando a Robert Bellah). Maravillosos intentos de Paz parecían
convertirse en detonantes de más guerras, intolerancia, fabricación de armas y
de escenarios complotados para probarlas. Comunidades enteras y ancestrales se
dieron a la tarea de denunciar los atropellos contra nuestro hogar, el medio
ambiente, esta peña flotante en el mar universal donde habitamos todos y que en
la actualidad parece abandonar la lista de prioridades de una mal llamada
humanidad.
Siempre digo que el ser
humano está en esta tierra para producir una sola cosa: Humanismo, sin embargo,
el hábito de creernos el centro del universo nos hace olvidar que no somos el
universo sino parte de él. Y así también hemos olvidado que formamos parte de
un conjunto de seres vivientes sin distinción de piel, manto o plumaje y que
inútilmente los hacemos representantes de valores que no respetamos y de los
cuales al parecer no queremos ser custodios. Lástima de quienes se concentran
física y mentalmente en ver sólo desde sus implícitas necesidades desde lo
micro, ignorando el macrocosmos al que pertenece.
La crisis existente en
una gran mayoría de países ha impulsado a nuevos idealistas, a convocar
esfuerzos con los que, sin confundirse en la bandeja de los idearios políticos,
se logre exaltar los valores humanos, los valores de una sociedad capaz de
resolver la intolerancia, la pobreza, el conflicto sobre si la individualidad
es el muro que nos separa o la maravilla de ser diferentes; así como otros
grandes problemas que aquejan a la humanidad y que guardan una profunda
relación con un tópico que siempre nos acosa como seres humanos, y es la
ignorancia de saber tener o saber ser. Ambos nos conducen por caminos
diametralmente opuestos, pero sólo uno nos permite contribuir a la construcción
de nuevos paradigmas, que no por tales, impidan ver con claridad la ruta que
como civilización, como sociedad, como especie, garantice la creación de
nuevos individuos que a su vez asuman responsablemente la continuidad de la
Humanidad.
Entonces así, es como lo entiendo ahora mi
querido Romerito, y de esa forma sí podremos surcar los aires como águilas valientes y poder
contemplar como un todo esta hermosa tierra que compartimos.
Que descansen...
Elio Montiel
lunes, 20 de noviembre de 2017
miércoles, 8 de noviembre de 2017
De los roles, los “vacíos” y crecer
A José Gregorio
“¿La vida misma, dijo Sócrates,
no tiene también su contrario
como la vigilia el
sueño?
Sin duda, respondió
Cebes.
¿Y cuál es el contrario?
La Muerte.
No nacen estas cosas la
una de la otra…”
Fedón, o de la inmortalidad
del Alma
Platón. Diálogos
…¿Te
parece si nos tomamos un café en la tarde? Preguntó mi interlocutor por la
línea telefónica…
Apoyar
a otros es lo que podemos llamar la posibilidad de establecer un vínculo con el
cual crecer o como diría un amigo “iluminar
el camino de otro es iluminar nuestro propio camino”
Sólo
mediante el contacto humano nos hacemos humanos, no es algo que se produce con
la individualidad, pues somos el referente de “alguien” para ser “alguien” y
viceversa, regla que aplica en todos los roles que asumimos a lo largo de la
vida.
Somos
Padres para nuestros hijos porque son ellos los que nos hacen ser Padres,
también amantes, esposos o esposas hermanos o hermanas, empleados o jefes. La
existencia de ese “otro” confirma la propia existencia, el ser en
correspondencia; una dinámica que no deja de producirse una y otra vez con la exacta
medida, la que corresponde.
Al
separarnos de cada rol, nos separamos también de las implicaciones de éste, aun
cuando la “sustancia”, el potencial de ese rol se mantiene latente para
activarse según las necesidades. En ese “vacío” entre un rol y otro, podemos
nutrir con la experiencia, la llama de nuestra entidad, de quien somos, y de
crecer; ocuparnos positivamente de nuestra vida, hacer incluso lo que podríamos
llamar una especie de “reingeniería emocional” con la cual fortalecernos en
nuestras actitudes y aptitudes; escribir la partitura de nuestra identidad,
nuestra humanidad con las notas adecuadas y la armonía que embellece nuestros
propósitos y que cala profundamente en cada rol que interpretamos.
Tal
condición asegura que nuestras acciones serán coherentes con el propósito
principal que no es otra que vivir una vida buena, llena de aliados que
encajan, porque eres la pieza faltante que encaja en sus vidas, de la misma
forma en que ellos lo son para ti, en otras palabras, cumples tu rol, haces la
función necesaria, en el momento oportuno, gracias a ese “vacío” en el que
fortaleciste tus opciones y decisiones.
Mi
amigo aprovechó la pausa para decirme. Se enfría tu café…
Permanecimos
en silencio mientras yo sorbía el café ya tibio ¡como me gusta! Mi amigo me
observaba pensativo.
Tomé
el último sorbo de café y le dije finalmente. Hay roles que terminan sin
menoscabo de quedar latentes como experiencia para toda la vida, a veces nos
alegra dejarlos, a veces no, lo importante de todo esto es que en ese “vacío”
del que te hablaba, aproveches seguir creciendo y dar lo mejor de ti en cada
paso.
Nos
despedimos ese día como lo que éramos, amigo, el uno del otro, cumpliendo
nuestros roles. Con el tiempo supe que se había divorciado y estaba enfocado en
vivir una vida buena… creciendo a partir de sus decisiones…
Que descansen
Elio
Montiel C.
domingo, 22 de octubre de 2017
De la Felicidad, lo transitorio y las ensaladas
Cuán difícil es a veces
decirles a otros, que nacimos para ser felices. Pensamos que no somos
merecedores de la felicidad por el simple hecho de que creemos entenderla como
el logro de todas las cosas que nos ayudan a vivir mejor, más cómodos, estables
o exitosos, o sin problemas… es la gran mentira con la que fuimos criados y que
por costumbre, cultura o lo que sea que entendieron quienes nos amaban,
sembraron la absurda semilla de la propensión al fracaso y a la inminente
infelicidad.
Lo que he aprendido con
el tiempo es que creemos en que no puede existir lo absoluto cuando hablamos de
felicidad, el tema siempre ha estado vinculado desproporcionadamente a aquellas
cosas que hacen del placer el fin último de nuestra existencia y aunque si
puede haber un resquicio de “felicidad absoluta” ésta no tiene que ver con la
oferta diaria de ese mercado de la prosperidad al que no todos tenemos la oportunidad
de alcanzar y que desde luego, nos hace
muy infelices no hacerlo.
En mi itinerancia
laboral al regresar a mi país, luego de grandes éxitos en una empresa en la que
trabajaba, me encontré en una situación muy difícil en la que mis aspiraciones
eran borradas con la etiqueta de “No hay plazas”, “está sobre calificado” o que
simplemente no había forma de emplearme sin reducirme a la condición de un
simple obrero. Decidí cambiar de actitud y fijarme realmente en lo que
necesitaba para “resolver” mis
necesidades del momento. Ese golpe de timón, me permitió no sólo conseguir
empleo, sino en poco tiempo escalar posiciones muy rápidamente, hasta llegar a
una de las empresas más prestigiosas de servicios aéreos con la que de alguna
manera y grandes esfuerzos, pude visualizar una mejor situación. Pasado un
tiempo, debí entrevistar por razones de seguridad aérea, a un pasajero que
tenía, algunos puntos que le hacían sospechoso de alguna actividad ilícita.
Después de una conversación amable y escrutadora con el pasajero, pude
desenmascarar, no a un delincuente, sino a una persona cuya percepción de sí
mismo, lo había convertido en el objeto de una inseguridad extrema que lo llevó
a mentir para sentirse más cómodo consigo mismo… ¿o con el paradigma de lo que
debe ser una persona feliz?
En otra conversación
muchos años después, salió a relucir el tema de la felicidad, esta vez como el
comentario de un amigo que me decía al verme pasar por la calle donde vivimos;
que sentía envidia porque a su parecer, él creía en que yo era una persona
feliz. Para mis adentros decía “soy una persona feliz porque lo decidí. No
tengo grandes posesiones, ni dinero, pero tengo lo que me hace falta… Creo
realmente que la felicidad absoluta existe, cuando entendemos que esta no tiene
que ver con lo que poseemos, la belleza,
la profesión, el dinero. La vida no es como cuando entras a un restaurante y
pides un plato de ensalada de vegetales y le pides al mesero que por favor no
le pongan cebolla. A la vida no se le dice: ¡ah pero por favor me la sirven sin
la parte mala!
Lo que sí es la vida,
es un menú de elecciones. Sólo uno puede decidir ser feliz y eso tiene que ver
no con elegir los productos más baratos de la lista de menú, sino elegir
aquellos que realmente te hacen falta para alimentar tus sentimientos y
emociones, tu tranquilidad y amor propio, tu auto concepto y respeto, valores y
demás elementos que desencadenan o propician sin transitoriedad, tu felicidad.
Esta es la única forma
en que podamos sentir que si existe la felicidad absoluta. Basta como ejemplo
un perro al que hemos dejado atado a un poste durante todo el día, sin darle
alimento, ni agua. Su felicidad no puede ser estar atado al poste todo el día!
Su felicidad estará atada a que pongamos su agua y su comida al alcance o al
menos que le permitamos buscarla. El poste entonces se convierte en aquello que
nos impide ser felices y hasta conformistas (tener un auto, casa, comida,
diversión, sexo, etc.) y la posibilidad de buscarla e incluso tenerla cerca,
sería la felicidad.
¿Estamos destinados a
ser infelices? Por omisión,
rotundamente sí.
Omitir que todo es
transitorio y que jugarle los dados a
una felicidad que siempre estará en vilo o a una felicidad póstuma, es un grave
error. Sin embargo, creer que definitivamente podemos con la idea de que
aquello que permite conservar mi dignidad como persona, mantenerme en
equilibrio con las circunstancias que vivo día a día y sobre todo que como
individuo puedo dar golpes de timón que cambien la dirección de mi vida, eso
definitivamente si es la felicidad.
Recordar que la oferta
del mercado de la prosperidad tiene caducidad, es un buen indicador de nuestro
encuentro con la felicidad absoluta, es decir con el compromiso personal de ver
con claridad el horizonte que perseguimos, el camino que andamos para hacer de
la felicidad ese proceso sencillo de ser cada día más humano y que con el
tiempo las arrugas en nuestro rostro nos recuerden que son las marcas de lo que
reímos y no las cicatrices de lo que lloramos
Que descansen
Elio Montiel
jueves, 19 de octubre de 2017
Sobre un Chat que se quedó en silencio
En
estos días conversaba con una amiga a través del “chat” (en clave de “Star Wars”
para no decir los” Supersónicos”), sobre diferentes tópicos asociados a nuestro
trabajo y actividades, que como ya se ha hecho común; se han visto muy
afectadas por estos días cargados de aciagos momentos de desesperanza, incertidumbre
y frustración.
Lo
cierto es que con el desarrollo de la conversación, cada quien a su libre
criterio exponía su opinión puesta a salvo por la amistad y el respeto que
sentimos el uno por el otro (algo que prácticamente ha caído en extinción).
Pasado
un rato, le hablé sobre un proyecto de interés colectivo que me habían
encomendado, el cual ya tenía bastante avanzado y que indistintamente de las
opciones e intereses que existieran detrás, era algo de importancia capital
para el desarrollo de nuestros jóvenes y
niños; algo que es profundamente importante para mí porque me permite aportar
un grano de arena en toda pasibilidad de rescate de una sociedad que parece
perderse cada día, pero sobre todo sin dejar que intereses mezquinos se aprovecharan
como suelen hacerlo para hacerse propaganda, simple y pobre propaganda…
Mi
amiga estuvo de acuerdo y añadió que estos "figurantes" generalmente no tenían el
menor sentido de pertenencia y mucho menos debían tener ventaja en impedir la "transformación del pueblo”.
En
ese momento, se agolparon buscando espacio en mi cabeza los recuerdos de aquella
clase donde me explicaron la indiscutible diferencia entre Nación, País,
Estado, Gobierno; cuando súbitamente el tomo I de la enciclopedia de la Real Academia
de la Lengua comenzó a mirarme desde el estante imaginario de ese pasado en el
que la educación cívica entraba de la mano de mi inquisitivo Profesor Víctor
Hugo, el mismo que en su conocedora sapiencia de la Geografía Universal, solía
iniciar su clase dibujando de memoria los mapas donde con sus tizas de colores
y largos diálogos sobre las guerras, las conquistas, los grandes imperios y los
héroes de la historia iba describiendo la geografía del mapa de turno.
En
ese paisaje instantáneo de la memoria, un sabor amargo se apoderó de mi boca,
sin entender por qué, cuando mecánicamente estalló en mi, una respuesta que quería crecer y
crecer a medida que la iba escribiendo (recuerden que estaba en el chat).
Recuerdo
que dije: “eso de pueblo me suena a miseria… Ese manejo ignorante
y prejuiciado de la palabra me hiere la piel. Somos una Nación... el cual es un
concepto más identitario, unificador y amplio, vibrante y que abraza toda la geografía, nuestras
múltiples y diversas formas de ser, nuestra propiedad y territorio nuestro
gentilicio y pasión. Eso es lo que nos han querido hacer olvidar, ese romance hermoso
con todo lo que somos con la intención de reducir nuestra grandeza, porque cada individuo en esta Nación que somos,
es Grande y Maravilloso. Pueblo me suena amargo, me suena a que somos el
desperdicio que todo el mundo aprovecha ganando ventaja de nuestra nobleza. Los
mismos a quienes les importa más sus bolsillos y un “carajo” todo el valor que
poseemos, porque saben de nuestra grandeza inconveniente para sus propósitos nefastos, desnudos de amor, vestidos de interés y de
grosera desfachatez y oportunismo, Esos que no nos merecen, que no merecen a
nuestros hijos ni a nuestros ancestros porque los han ofendido y despreciado. Por
eso mi interés en que la gente aprenda más y más, sea el amo de su vida, y
aunque ningún aprendizaje es suave, el dolor es lo que nos hace fuertes y
mejores. Por eso somos una gran Nación, un arcoíris lleno de luz y belleza, un
sagrado Corcel que debemos aprender a controlar y defender de sus propios bríos
y si tengo la oportunidad de cabalgarlo, impediré que los que habitan los
infiernos lo destruyan. Esa es mi nación... ese es el País que amo y amaré
hasta que muera… En ese momento no hubo más respuestas en el chat
No
era mi interés dejar en silencio a mi amiga con ese arrebato, pero lo cierto es
que esa noche dormí tranquilo, sin temores y sueños de orgullo…
Que
descansen
Elio
Montiel
lunes, 16 de octubre de 2017
Sobre la boca del lobo, semáforos y otras cosas en la calle…
Hablar de mi país en
este momento, es sumergirte (o que te sumerjan) en una piscina de caos y
tensión (y de que existe no hay la menor duda) visible en todos los fenómenos
que se suceden en el día a día, sin embargo, soy de los que cree, que es
precisamente desde el caos de donde proviene el orden. La ausencia de uno,
materializa al otro, le da identidad. Es como esos hermanos que si bien no
pueden vivir sin pelearse por cualquier cosa, tampoco pueden “ser” sin el otro;
él es un hermano porque el otro es su hermano.
Hoy un compañero de
viaje me hablaba de lo mal que estaba todo, de cuan difíciles están las cosas
para todos y que el futuro se vislumbraba, “negro como la boca de un lobo”.
Mientras mi estimado
compañero de viaje no paraba de hablar diciéndome todas esas cosas que ya
conozco y vivo a diario, su narración se iba transformando en mi mente en una
especie de película de ciencia ficción en la que un meteoro infortunadamente
registrado muy tarde, se aproximaba a la órbita terrestre… Al despertar de mi “lapsus”
de ficción le dije: ¿Sabes que la boca del lobo no es necesariamente negra? Más
bien morado profundo y en algunos casos hasta color rosa oscuro o gris. Se
quedó observándome como pensado ¿Qué le habrá pasado a este loco? Mientras que
intentaba rescatarme a mí mismo de esos incómodos
segundos en los que el silencio parecía no terminar nunca….
Las únicas palabras que
pronunció fueron, ¿Qué harías Tú? ¿Con
qué? repregunté. ¿Con el caos en el que estamos?
…
Hoy al salir de mi casa
iba a cruzar la calle, por lo que esperé a que el semáforo cambiara para el
paso de peatones porque hasta donde sé, esto se trata de una especie de juego
de turnos. Un rato de espera yo, un rato de espera los autos y así
sucesivamente. Como todo en estos casos debe ser equitativo, pues hay un
árbitro, el semáforo, quien avisa del turno de cada quien.
En mi calle desde hace
algún tiempo el semáforo (árbitro) ha perdido el respeto de conductores y
peatones dando paso a la anarquía, es decir de un juego de turnos pasó a ser un
“Juego de Tronos”. Ancianos, jóvenes, niños en sus cochecitos simple e impúdicamente
hacen lo que les viene en gana y no existe norma (que si existe) ni autoridad
(que también existe cuando tienen provecho de la situación) que solucionen esa
simple práctica cívica de cruzar la calle en el rayado y cuando corresponde.
Eso, simplemente nos dice que si así estamos a ese nivel tan bajo de los fenómenos
que se arruman en la cotidianidad social, como estará más arriba, donde la
trama se va haciendo más compleja y aderezada con otros vínculos racionales mas
no razonables, (económicos, políticos, jurídicos, morales, y un gran y largo etc.),
que a su vez demuestran sus propias escoriaciones y llagas de sus propios caos.
Pensar en eso me da
urticaria y también pesar de saberme miembro de una sociedad desacioada, una en
la que mi individualidad se había mezclado con otras individualidades para
constituirse en un “algo” que hoy simplemente parece el refugio de la escoria
que pueda uno imaginarse…
Entré en pánico, ¡fue
ese momento en el que me di cuenta! de eso y de que mi compañero de viaje
estaba aun más pálido y con la mandíbula caída… Carraspee un poco y le pedí disculpa por mi palabrerío y me
prometí, no dejarme arrastrar nuevamente.
Lo cierto es dije: En
todo este caos, de lo único que tengo control, es de mi propia vida, por lo que
mi responsabilidad es inherente a ella, a mis decisiones y a los caos que ella
genere o no. Dicho esto mi querido compañero de viaje, haría simplemente lo que
está en mis manos para de alguna manera (la que pueda) impactar a otros y
ayudar a que sus decisiones individuales también afecten de manera positiva,
tanto sus vidas, como la de otros que comparten con nosotros este pequeño mundo
en el que nos toca vivir.
Si de algo te sirve, le
dije. Empieza siempre por sentirte bien contigo mismo, cuida de tus decisiones,
aprende de las acciones del pasado, nunca te sientas derrotado y siempre confía
en que lo que hagas siempre será dando la mejor versión de ti mismo, así
simplemente sea esperar tu turno en el rayado del semáforo para cruzar la calle.
Que descansen...
Que descansen...
Elio Montiel
Para Píldoras para
dormir conmigo mismo
miércoles, 11 de octubre de 2017
De la Muerte, la vida y otras cosas que se piensan mientras te bañas
El teléfono sonaba
insistentemente, que casi decido no responderlo. Sin embargo, Salí de la
reunión en la que me encontraba y tomé el teléfono para responder. Del otro
lado de la línea, quien llamaba tardó unos segundos en responder, dándome tiempo
a pensar que había cortado la llamada, cuando escuché la voz de mi hermana
saludarme. Inmediatamente después dijo: - Se me había olvidado comentarte
cuando te llamé el otro día que tu sobrina se encontró con una tal Margarita o
algo así, quien le dijo que se había enterado de que habías
muerto de un infarto un mes atrás. Tu sobrina le respondió que eso no era
cierto que tu estabas “vivito y coleando” que eso que le habían comentado era
mentira. Después de dilucidar cual viejas chismosas quien era la tal Margarita,
reímos y pensamos acerca de cómo se corren los rumores sin base alguna y por
otra parte dabamos gracias de que eso fuera solo eso… un rumor.
Esta mañana al
despertarme, me metí a la regadera a ducharme cuando de repente vino a mi mente
el recuerdo de lo que me había dicho mi hermana y decidí conjurar tal idea
pensando en qué tan importante era para los seres humanos el hecho de la
muerte.
Desde hace tiempo he
comprendido que la muerte, más allá de los consabidas explicaciones que nos dan
las distintas religiones, los grandes maestros modernos de la alquimia de la
vida, que escriben y escriben sus consejas de cómo ser feliz, de cómo enfrentar
la vida, de cómo ser mejores y que siempre llegan a la misma conclusión de que
finalmente es uno el que puede resolverlas; decidí agregar al diccionario de
explicaciones el hecho de que la muerte es simplemente lo único que nos permite
saber que estamos vivos. La verdad es que cuando nos enteramos de que en algún
momento nos vamos a morir es que “nos cae la locha” como dice el refranero
popular y simplemente comenzamos a explorar la sensación de estar vivos y
vienen entonces a nuestros sentidos con mucha más fuerza, los colores, los
olores, las sensaciones en la piel, nos llegan con más intensidad las miradas
de otros, es decir, nos damos cuenta que estamos vivos, y que es la única
manera de percibir todo con nuestros sentidos no es precisamente que estamos
vivos, sino que vamos a morir en algún momento.
Todo esto, que ya ronda
en mi cabeza desde hace mucho, como acabo de decirles, me llevo a otra línea de
pensamientos más bien asociadas a ¿qué he hecho yo en mi vida? Decidí entonces
que (otra idea para el diccionario de explicaciones), mis acciones no eran
producto de mi vida, sino que mi vida era el producto de mis acciones: que
valía la pena todo cuanto había hecho por la simple razón de que descubrían
ante mí la verdadera idea de estar vivo. Pensé entonces que de morir hace un
mes como comento la tal Margarita, simplemente sería un cadáver contento con lo
que había hecho (aunque el cadáver no lo supiera) y que vale la pena vivir, si
y sólo si, tus acciones te hacen interpretar tu paso por este camino de
circunstancias que llamamos Vida como algo valioso.
Lo cierto es que vivir
pensando en que te vas a morir no tiene sentido, pero pensar que vas a morir
habiendo vivido, es lo verdaderamente importante y aunque esta frase le saque
una que otra sonrisita a los filósofos y maestros de la alquimia de la vida es
por demás una realidad que no podemos negar.
Así que siguiendo con
mi loca idea de construir desde mi individualidad un mundo mejor les dejo para
que descansen y se preparen para mañana a continuar dejando huellas
imborrables, es decir: Vivir!
Que descansen.
Elio Montiel
Para Píldoras para
vivir conmigo mismo
martes, 10 de octubre de 2017
De una conversación con una amiga
No mires a los ojos del mañana sin contemplar de qué
lado de la cama duerme tu pasado. El pasado es ese amante al que tu presente
obedece y que te permite, mientras aparenta estar dormido que cocines tu mañana.
Hace unos días atrás
conversaba con una amiga sobre toda la trama tejida en torno al tema del feminismo,
sus implicaciones políticas, sociales, económicas, morales, éticas,
humanísticas, la doble jornada (que creo que es parte de la evolución nominal del
rol de la mujer en la sociedad). Me
confesé feminista en algún punto de la conversación, en ese donde consideramos
en que no era un asunto de derechos, sino de la forma en cómo las sociedades
han respondido a sus necesidades evolutivas y donde los roles del hombre y de
la mujer coincidían en un objetivo común de la subsistencia. Tenemos una cultura que se apodera de todo a nuestro alrededor y esta signada por viejas y nuevas necesidades de la sociedad y es claro que toda problemática siempre encontrará su redimensión en ella. También
coincidimos en el hecho de que el estado actual del tema de género respondía
indiscutiblemente a la interpretación (generalmente impregnado de algún
criterio, pensamiento, interés o sentido) de los roles.
Humanistas al fin,
terminamos coincidiendo en que era un asunto de respeto, de dignidad e interés
por resolver los problemas humanos (que siempre está salpicado de de una dosis de política disfrazada de acción
en pro de…).
Luego de un sorbo de
café encendí un cigarrillo y le pregunté si conocía de algún caso en el cual no
fuese víctima de agresión la mujer, sino el hombre y respondió. ¡Muchos! O sea,
dije: ¿Puedo sospechar que la misma estructura que opresiona a la mujer es la
que esconde la opresión hacia hombre? Si. Respondió. Y en torno a ese tema no
existen registros, ni estadísticas o divulgación, a menos que sea uno de esos
casos como el de la mujer que cortó los genitales del esposo y luego lo quemó
mientras yacía en la cama del hospital donde le habían restaurado su virilidad,
que volvió a cercenar.
No sospechaba de ese
equilibrio. La naturaleza humana, una vez que despierta sus más primitivos
instintos es capaz de cualquier cosa.
El hombre siempre lleva
el mayor peso. Dije esperando que surgiera su crítica sobre la liviandad
masculina ante la problemática de la mujer en la sociedad actual, pero, me dijo: Quiero creer que asuntos como ese
tienen solución en la construcción de puentes y no paredes, en el
fortalecimientos de los valores humanos, en la adecuación de los esquemas
sociales que invisibilizan la fortaleza de la mujer en la construcción del mundo que conocemos, en el que vivimos y
compartimos sus miserias, pero por sobre todo eso que las mujeres lo comprendan
profundamente y actúen en consecuencia. Se inclino hacia mi y tomo mi mano
diciendo: Creo firmemente que hemos
hecho un gran trabajo en borrador para corregir…
Ese efímero instante se
desvaneció ante mi para recordarme que debo “cocinar” ...un mejor mañana…
Que descansen
viernes, 6 de octubre de 2017
Sobre salidas del tren, creer en uno mismo y comenzar un nuevo día
A la salida del
tren en la estación del metro, las personas que esperaban del lado afuera se
agolparon a entrar impidiendo el paso a quienes intentaban salir.
En ese momento articulé
tímidamente ante la tropelía - ¿Por qué no dejan salir a la gente primero?...
Pocos
minutos después, comencé a escribir lo que pienso a veces son mis tímidas
reflexiones sobre una cotidianidad que a veces me resulta incomoda y violenta..
Sin embargo aquellas palabras que pronuncié me hicieron resonar en la cabeza,
otras palabras como: irrespeto, desigualdad, desprecio, civismo, en medio de la
búsqueda de respuestas a mis por qué, que no cesan de acorralarme en mis pensamientos.
La
razón de toda esta diatriba obedece a que en mi percepción íntima e inmediata
de lo sucedido en el tren, simplemente me abordó el sentimiento de haber
entendido al otro como infra humano, o es mejor decir, menos que otros, menos
que yo, práctica cada vez más común en la sociedad actual donde todo parece regirse
por el poder, la condición o el estatus de algunos individuos; todo eso porque
a mi juicio del momento, tal falta de civismo no era otra cosa que una conducta
primaria, salvaje y animal… fuera de la norma en un mundo totalmente normado y
en el que quizás me gusta creer.
Llegar
a ver estos asuntos con claridad nos permite llamarnos la atención respecto a
la forma en que somos capaces de identificarnos con el otro o en otras
palabras: Como te veo, me ves.
No
es simplemente un asunto de querer ser un individuo pro social se trata más bien de ser un individuo pro humano y por
qué no decirlo, de un apropiado auto concepto y auto respeto. Es decir que
cuando soy capaz de respetarme y formar un concepto de mi mismo como quizás no
lo puedo esperar de alguien más, también soy capaz de poder ver en el otro sus
cualidades más positivas y que coinciden en armonía con las mías.
¿Es
simplemente cambiar lo que creo de mi mismo? No, ¡la realidad no es una cosa
que nombras y ya! Es decir, no porque te mires al espejo y digas que no tienes
la nariz grande, todos van a pensar lo mismo; algo así como el síndrome de “El
traje del Emperador”
Creer
en uno mismo, en lo que se es, implica saber que soy un individuo de cambios y
que tengo la capacidad única y exclusiva de construir mis propios cambios, la
forma en que me veo, o de respetarme, mi auto concepto y la forma en cómo
construyo mis relaciones con los demás y todo lo que me rodea de manera inequívoca.
Tal
es el trabajo que debo realizar, es el “despertar” a una visión distinta y
abarcadora que toca de manera indefectible todo cuanto me rodea. ¡No es
sencillo! ¡Roma no se hizo en un día! Pero se hizo, y dejo grandes huellas en la historia de la
humanidad y aunque eso pueda parecerte colosal, piensa que tu también puedes
dejar huellas en la humanidad.
Creo
firmemente que no hemos llegado a este punto de la evolución para ser
simplemente individuos que se disputan la salida o entrada del tren en el
sistema de metro de cualquier parte del mundo o de cualquier otra cosa que
ponga en duda y reduzca nuestra humanidad a simples cenizas de irrespeto y
menosprecio. Creo que seguimos siendo de la misma estirpe de quienes dejan
huellas colosales e indelebles en la historia de la humanidad.
Por
eso mañana cuando te mires al espejo decide ser la mejor persona que puedas ser,
seguramente el tren abrirá sus puertas en el momento en que empieza para ti un
nuevo día.
Que
descansen.
Elio
Montiel
miércoles, 4 de octubre de 2017
De las retribuciones de la vida
El beneficio de una
sonrisa o un saludo. La corrección de los actos y las expresiones de respeto
son siempre recompensadas en formas
simples: gestos, sonrisas pero justo en el momento en que las necesitas…
Muchas veces estamos
tan cansados de esperar las respuestas a nuestros actos y deseos que desistimos
y caemos en el juego de la impaciencia. El secreto consiste en no esperar la
retribución porque quizás justo en ese momento no la necesitamos.
Aprendí a pensar que
era como un vaso que se llenaba lentamente hasta que no daba más y se derramaba
convertido en “retribuciones necesaria” lo que me hace sentir respeto y cuidado
con lo que deseo porque suele pasar que todos esos deseos pueden rebosar también el vaso.
También me acostumbré a
agradecer por todo lo que tenía incluso por aquello que no, porque de
necesitarlo seguramente estaría en las arcas de mi vida, esperando para
convertirse en una retribución. Cierto día llegué a mi trabajo, el calor era insoportable
y angustiante; para colmo, había dejado
mi comida olvidada en casa lo que significaba que pasaría el día sin comer.
Como tenía algo de dinero en reserva decidí comprar algo para mitigar el hambre.
Me detuve en la pequeña cafetería a lo que voy todos los días por café y pedí
una empanada. La Señora del local me dijo que no tenía nada para ofrecerme ya
que se encontraban preparando unos almuerzos que le habían contratado de una
oficina. Sin embargo, al ver mi cara hambrienta me dijo que regresara en unos
minutos mientras preparaba la empanada. Me devolví a la oficina por el dinero
que tenía reservado y de esa manera
cancelar el costo de la empanada y un café que era lo único para lo que me
alcanzaba el efectivo que tenía. Al llegar al mostrador de la cafetería la Sra.
tomó el dinero y lo colocó en la caja registradora y de regreso depositó en el
mostrador un plato con un almuerzo completo.
Al darse cuenta de mi
sorpresa, me dijo: - Siéntese allí y coma tranquilo que no he tenido tiempo de
preparar su empanada*. Coma tranquilo y disfrute. Aquel obsequio desinteresado
la Sra. De la cafetería, no sólo llenó mi estomago sino también mi esperanza en
la bondad humana para construir un mundo mejor.
Es claro para mí que
fue un desborde del vaso de las retribuciones del que hablaba. Pensé en ese
momento y sentí un profundo agradecimiento. Cuando la figura de la Sra. Reapareció
nuevamente, con un vaso pero esta vez lleno de un refrescante jugo. - ¡Tómeselo
para que pase la comida! Dijo con rebosante alegría, su rostro estaba iluminado
con una enorme sonrisa y yo un tanto avergonzado.
Esa noche, cuando
regresé a casa agradecí los hechos del día que siguen confirmándome la belleza
de la vida.
Aquellos que tienen un
sentido claro en sus vidas, también lo tienen en sus actos, en el cómo perciben
al otro y en el respeto a todo ser viviente, y quien así vive, siempre verá desbordarse
el vaso de la abundancia y las retribuciones en su vida…
Feliz Noche… que
descansen.
Elio Montiel para
Elio Montiel para
Píldoras para dormir
conmigo mismo.
*Plato típico Venezolano hecho con masa de maiz y relleno en forma de media luna
*Plato típico Venezolano hecho con masa de maiz y relleno en forma de media luna
Elio Montiel
domingo, 1 de octubre de 2017
La Principal Responsabilidad
A Armando D
Conversé con una amigo
que se encontraba en un estado de profunda tristeza ya que en días recientes
habían robado su casa, sin daños directos a su vida, pero si a su propiedad y a
su ánimo y sentido de esperanza.
Se lamentaba de su
situación de salud y de no haber podido hacer nada; llegando a manifestar la
idea de “terminar con todo”.
Existen situaciones por
las que atravesamos que sin duda alguna nos hacen repensar las razones en las
que hemos fundado las bases para justificar, por así decirlo, nuestra
existencia, fundamentos tales como familia, hijos, trabajos y obligaciones,
deseos o simple riqueza material; factores comunes en la percepción muchas
veces infundada del por qué estamos en este “mundo manifiesto”.
Esos factores
inhiben de alguna manera la incertidumbre natural del día a día y por esa razón
hacemos de nuestra particular concepto de seguridad el eje central de nuestra
autoconfianza, olvidando que nada es inamovible. Por el contrario la
transitoriedad de todos los fenómenos es la realidad de la existencia. Nada es
permanente.
Hemos construido
puentes, porque hemos encontrado en nuestro camino, abismos que en su momento
consideramos insalvables, y atravesado mares deseosos de romper los límites de
nuestro día a día y hemos fortalecido nuestras debilidades a cada paso, pero más
allá de los puentes, las aventuras y victorias, los logros de la ciencia y la
tecnología; hemos aprendido a sabernos fuertes y capaces de levantarnos por
encima de las dificultades y encontrar horizontes de esperanza a través de la
niebla de la duda para reposar nuestras cabezas tranquilos de vez en tanto. Sin
embargo, la dinámica de la vida nos seguirá presentando nuevos retos y
dificultades que nos pondrán en el camino de superarnos aún a pesar de nosotros
mismos, quienes a veces hacemos lo indecible por obstaculizarnos, sin reconocer
nuestros miedos.
La principal
responsabilidad es la de cuidar nuestra vida como objetivo y misión,
seguir construyendo
puentes, atravesar mares unas veces tranquilos, tormentosos
otras, pero siempre sabiendo la línea del horizonte que hemos hecho nuestra
meta…
***
Mas tarde en la noche
le escribí un mensaje a mi amigo donde le decía de mi preocupación por esa idea
desesperanzada en su cabeza y le dije además “Tienes que encontrar fortaleza en
todo lo que logras, llena tu vida de pequeñas o grandes victorias, al final lo
que importa es cuan bien te sientes contigo mismo. No te puedes dejar Vencer.
El miedo puede ser a veces tu peor enemigo, pero también lo que te ayuda a
levantarte y seguir adelante…
Elio Montiel
Que descansen
Píldoras para dormir conmigo mismo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)