El teléfono sonaba
insistentemente, que casi decido no responderlo. Sin embargo, Salí de la
reunión en la que me encontraba y tomé el teléfono para responder. Del otro
lado de la línea, quien llamaba tardó unos segundos en responder, dándome tiempo
a pensar que había cortado la llamada, cuando escuché la voz de mi hermana
saludarme. Inmediatamente después dijo: - Se me había olvidado comentarte
cuando te llamé el otro día que tu sobrina se encontró con una tal Margarita o
algo así, quien le dijo que se había enterado de que habías
muerto de un infarto un mes atrás. Tu sobrina le respondió que eso no era
cierto que tu estabas “vivito y coleando” que eso que le habían comentado era
mentira. Después de dilucidar cual viejas chismosas quien era la tal Margarita,
reímos y pensamos acerca de cómo se corren los rumores sin base alguna y por
otra parte dabamos gracias de que eso fuera solo eso… un rumor.
Esta mañana al
despertarme, me metí a la regadera a ducharme cuando de repente vino a mi mente
el recuerdo de lo que me había dicho mi hermana y decidí conjurar tal idea
pensando en qué tan importante era para los seres humanos el hecho de la
muerte.
Desde hace tiempo he
comprendido que la muerte, más allá de los consabidas explicaciones que nos dan
las distintas religiones, los grandes maestros modernos de la alquimia de la
vida, que escriben y escriben sus consejas de cómo ser feliz, de cómo enfrentar
la vida, de cómo ser mejores y que siempre llegan a la misma conclusión de que
finalmente es uno el que puede resolverlas; decidí agregar al diccionario de
explicaciones el hecho de que la muerte es simplemente lo único que nos permite
saber que estamos vivos. La verdad es que cuando nos enteramos de que en algún
momento nos vamos a morir es que “nos cae la locha” como dice el refranero
popular y simplemente comenzamos a explorar la sensación de estar vivos y
vienen entonces a nuestros sentidos con mucha más fuerza, los colores, los
olores, las sensaciones en la piel, nos llegan con más intensidad las miradas
de otros, es decir, nos damos cuenta que estamos vivos, y que es la única
manera de percibir todo con nuestros sentidos no es precisamente que estamos
vivos, sino que vamos a morir en algún momento.
Todo esto, que ya ronda
en mi cabeza desde hace mucho, como acabo de decirles, me llevo a otra línea de
pensamientos más bien asociadas a ¿qué he hecho yo en mi vida? Decidí entonces
que (otra idea para el diccionario de explicaciones), mis acciones no eran
producto de mi vida, sino que mi vida era el producto de mis acciones: que
valía la pena todo cuanto había hecho por la simple razón de que descubrían
ante mí la verdadera idea de estar vivo. Pensé entonces que de morir hace un
mes como comento la tal Margarita, simplemente sería un cadáver contento con lo
que había hecho (aunque el cadáver no lo supiera) y que vale la pena vivir, si
y sólo si, tus acciones te hacen interpretar tu paso por este camino de
circunstancias que llamamos Vida como algo valioso.
Lo cierto es que vivir
pensando en que te vas a morir no tiene sentido, pero pensar que vas a morir
habiendo vivido, es lo verdaderamente importante y aunque esta frase le saque
una que otra sonrisita a los filósofos y maestros de la alquimia de la vida es
por demás una realidad que no podemos negar.
Así que siguiendo con
mi loca idea de construir desde mi individualidad un mundo mejor les dejo para
que descansen y se preparen para mañana a continuar dejando huellas
imborrables, es decir: Vivir!
Que descansen.
Elio Montiel
Para Píldoras para
vivir conmigo mismo
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