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domingo, 22 de septiembre de 2019

La Tarde del Clérigo - De la Serie cuentos cortos antes de dormir



La Sombra del Paraguas
Fotografía Elio Montiel
El hombre de gris se levantó del asiento, miro a su alrededor a las caras de la gente, que como figuras de cera contemplaban al orador. Levantó su voz y dijo. - Creo que, para utilizar el Lenguaje dentro de su contexto, debo decir que es Usted un Apostata que predica sus ideas y que al igual que las que le preceden son, además de mentiras, son bombas que incineran a los crédulos, en una guerra por el control y el sostenimiento del poder
¿Habla del conocimiento como un “Don” con lo cual intuyo que no todos tenemos el don del conocimiento… pero ¿cómo es eso? Quiere decir que Usted tiene el Don, pero el Joven que está al final de la fila, aburrido, enfundado en ese traje que le queda corto porque ya empieza a crecer y a cambiar, como es natural, ¿no lo tiene? ¿Quién hace ese juicio?, o quiere decir, que estamos separados en dos filas, los que tienen el Don y los que no lo tienen, ¡claro, claro! ¡porque no les ha sido dado! Se entiende… Pero quien da el conocimiento…
La audiencia sorprendida por el repentino asalto argumental vocifero con protestas. Protestas que fueron apagándose en la medida que aquel extraño hombre vestido de gris hablaba.
El conocimiento, sentenció. No es un Don, no es una gracia concedida. ¡Es parte de la naturaleza humana dotada absolutamente de toda complejidad! ¡De toda inteligencia! ¡De toda animosidad para enfrentar la vida! Nadie le ha dado nada al hombre, que ya no tuviese consigo… Es, a ciencia cierta, la explicación a todo. No hay mayor sabiduría que la de reconocer que es del hombre la factura de todo conocimiento y la única divinidad proviene de él mismo.
Por tanto, sólo hay una fuente de agua desde donde se derrama todo conocimiento. Cada grieta que este caudal crea se apropia del agua que fluye y le da nombre a su cauce como una forma egoísta e intencionada de apropiarse de la verdad evitar la libertad del libre pensamiento y desconocer el origen que no es otro que el hombre mismo.
Es el hombre mismo, bajo esta premisa, quien ha levantado altares y procedencias, dioses y autoridades, ¿por temor? ¡Sí! A su propia existencia. A su potencial de creación, que ha fantaseado con divinos Magos autosuficientes y eternos para evitar la responsabilidad que tiene sobre la vida. Él y sólo él es el amo de la verdad y él y sólo él sabe hasta cuando es verdad, hasta cuando le es útil esa verdad, hasta cuando conveniente…
El joven al final de la fila, se levantó estirando sus pantalones que además de ajustados le quedaban
Detrás de la Ventana
Fotografía Elio Montiel
cortos. Su cara aterrorizada miró a la audiencia y volteó para fijar su mirada timorata en los ojos del hombre vestido de gris. Su voz casi inaudible al principio se tornó fuerte y decidida para decir. ¡El negro también es luz! Y sólo a través de él podemos contemplar la maravilla de los demás colores, no es una luz pretensiosa, sin embargo, tiene la función de permitir se destaquen los demás colores… Su voz ya mas segura acompasaba su mirada que iba del suelo al techo, del hombre de gris al pastor, y saltaba por encima de las cabezas de los asistentes con un dejo tembloroso que parecía rogar por entender eso mismo que decía y que en su fuero interior, aquel que posee todo ser humano, estallaba con furia haciéndole deshacer de aquel incomodo traje que lo asfixiaba. Se quito la chaqueta, aflojo su cintura, desabotono su camisa y salió raudo de aquella sala, ahora muda pero llena de tanta verdad.
El hombre de gris se quedó mirando fijo la briosa salida del chico de aquel salón de caras amarillas como la cera. En su interior le pareció sentir que dejaba libre a un corcel en los pastos verdes de un mundo de experiencias por conocer. Luego, miro fijamente al Pastor y le dijo, casi como un susurro. Allí va un Dios de los de verdad. Tomo su sombrero y se despidió con un ademán del ala. Feliz día para todos…
Atravesó el portal con aire de Fred Astaire y se fue desapareciendo en la distancia. Dicen algunos que lo han visto en muchos lugares y en ninguno, Otros que jamás ha existido y otros que dicen haber estado con él y cuentan a su manera, las andanzas de aquel hombre de gris, pero nadie sabe realmente que fue de él.

Tío, ¿y que pasó con el chico de la historia?
Ese chico, ese chico, eres tú, soy yo, y es cada ser humano en este planeta… ahora duerme que mañana habrá tiempo para más…

Elio Montiel
Para Píldoras para dormir conmigo mismo