“…el punto de
equilibrio cambia en cada proyecto,
pero sí tengo claro que incluso en las poéticas del yo
la primera persona tiene que ser un punto de partida, no de
llegada.”
Mario Vargas Llosa[i]
En mi diaria revisión de lecturas me encontré con un extraordinario
artículo en la versión en idioma español del “The New York Times”, escrito por
Jorge Carrión, reconocido Periodista, Escritor y Profesor de amplia
trayectoria. En este artículo habla sobre el afamado escritor Emmanuel Carrère
y hace un análisis muy conciso de la transición de este escritor francés a lo
largo de su carrera como escritor de ficción y luego como novelista de profunda
y sincera reflexión.
Desde luego que no es mi intención hacer una evaluación
crítica del artículo, sino más bien tomar de él una frase que inspira
recurrentemente mi idea de la importancia de fortalecer nuestras aptitudes y
sincerar nuestras acciones sobre la base de una “preparación” personal para
consolidar nuestros propósitos, nuestra visión de la vida y nuestros deseos por
contribuir verdaderamente en nuestro entorno.
Como en otras oportunidades he dicho, creo que nuestras
debilidades no son otra cosa que fortalezas en proceso de mejora, y solamente
puedo reconocer al otro cuando me reconozco a mí mismo. Por principios siempre
me ha gustado colaborar con otros dentro de mis posibilidades, sin embargo, eso
no determina, ni mi fortaleza con respecto a los demás, ni una condición
especial pre existente. A lo que me refiero, es a que nuestras actitudes se
forjan en el constante uso de los valores que acobijamos durante toda la vida;
empezando desde niños, donde los hábitos que se siembran en esa etapa persisten
hasta la vida adulta y se fortalecen como ejes principales de la conformación
de una sociedad útil y progresista y no limitada a apetencias individuales, que
por lo general terminan destruyendo los vínculos transpersonales y los valores
importantes con los que tan sólo se beneficia una actitud acomodaticia o “confort”
y de total desprendimiento a los ideales humanos que buscan el bienestar
general en la medida en la que todos lo necesitamos.
A mi manera de ver, todo cambio o transformación no se inicia
en forma colectiva, siempre se inicia
cuando el ‘yo’ se convierte en el medio
para llegar al otro. En otras palabras, Yo debo hacerme responsable de mis
acciones y de la elaboración de mi propio ‘proyecto de persona’ ése, que debo o
que deseo ser. Sólo así podré encarar el proyecto colectivo que construye las
sociedades de progreso.
A cada paso que damos como civilización, entendiéndose el
término como sinónimo de progreso, son más los puntos en contra que a favor,
para la construcción de mejores condiciones colectivas, sin querer tratar el
término colectivo de manera engañosa
y bajo preceptos que hasta ahora le han dado un significado más diferenciador
que unificador.
En la actualidad parece ser más importante resaltar cada
colectivo por sus diferencias que por sus aspectos unificadores (se pueden
citar muchos ejemplos); si a eso sumamos las diferencias individuales; es de necios no reconocer que cada vez nos
distanciamos más de objetivos comunes que pongan de manifiesto la naturaleza
humana más engrandecedora, dotada de valores y propósitos (que cada vez parecen
perderse más en la sociedad occidental) que eviten el declive, la caída de todo
aquello que hemos tomado por bueno. Cabe allí la idea de construir en nosotros
mismos, fortalecer nuestras más insospechadas cualidades para dar un paso aun
más grande y que tiene que ver con la composición de una mejor sociedad. No
podemos aupar la idea de que por ser seres humanos no somos perfectos, ese es
el meollo del problema: ¡somos tan perfectos que hasta nos equivocamos!
Nuestra mejor herramienta es la capacidad que tenemos de
poder rehacer el camino, corregir los errores y revitalizar lo que la evolución
a puesto en nuestras manos y tiene que ver con la capacidad, la habilidad de
recrear todo a partir de un mismo principio, reidentificarlo, regenerarlo y una
vez más iniciar todo de nuevo. No nacemos para resistir estoicamente las
circunstancias, nacemos para cambiarlas, lo que implica una profunda
necesidad de cambiar nosotros y darles el revés necesario. De esa única manera
estaremos preparados para apoyar al otro y ser sustento, columnas y puentes de
un mundo mejor donde impere el deseo sincero por la felicidad de cada ser
humano.
Que descansen…
Elio Montiel
Para Píldoras para vivir conmigo mismo.
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