Es impactante la
cantidad de símbolos, en especial animales, que decoran las banderas de los
países en el mundo. De alguna manera, creo que son ideario y sustento de los
valores que distinguen a cada país, así como sus contradicciones. Encontramos
cruces en las banderas de países cuyas religiones oficiales son protestante, o
luteranas que mas que representar a la religión representan sus diferencias o
como me narraba una amiga sobre la Bandera de Japón, (ella, Japonesa) que la Bandera
de Japón fue una forma de copiar lo que en un momento histórico portaban países
que llegaron a las costas niponas, la historia cuenta que el símbolo del sol ha
sido asociado a Japón desde el siglo VII sin embargo son muchas las historias y
supuestos alrededor de su nacimiento, su aparición también justificaba de hecho la
divinidad del Emperador, pero que en sí (a decir de mi amiga) no guardaba una
relación con lo que usualmente representan las banderas para otros países.
Impactan aquellas que por la fiereza de los animales plasmados en ellas indican
una tendencia al dominio y a la magnificación de una supremacía que habría que
analizar desde lo que debería sustentar el simbolismo… su gente
Años atrás, en mi época
de estudiante, tuve un gran profesor, creo que todos en algún momento nos
tropezamos con uno (yo no escatimé, tuve varios). En uno de mis tantos
encuentros en los pasillos, lo encontré hablando con otros estudiantes sobre
las Águilas. Decía: Ustedes deben ser cómo las águilas, mirar todo desde arriba
para así tener una perspectiva más amplia y global de las situaciones. Sólo
triunfa el que se eleva por encima de los demás. Con esta premisa en mi corazón
viví muchos años…
Aunque hoy considero
que mi Profesor no estaba equivocado, si pienso que había un error de enfoque
en cuanto a cómo percibí el planteamiento de
Romero, (así se llamaba mi Profesor) en aquel momento. Eran mediados de
los ochentas más o menos, década de
grandes cambios: la caída del muro de Berlín, el desarrollo de tendencias
musicales nunca vistas, Perestroika, SIDA, Chernóbil, guerras, masacres y
atentados; Tiananmen, la amenaza de una guerra nuclear, en fin una serie de
acontecimientos que definitivamente derivaron en muchos otros cambios que hoy
en día mantienen permanentemente atentos
a todos los seres humanos.
Como era de esperarse
el rigor colectivo, también comenzó a perderse, nos fuimos volviendo una
sociedad cada vez más centrada en la individualidad, aislados, y donde lo
colectivo eran cosas de perdedores, ilusos, soñadores o hippies rezagados. “Hoy
tenemos una ideología del individualismo que simplemente alienta a la gente a potenciar
al máximo los intereses personales”[1]
(Peter Singer citando a Robert Bellah). Maravillosos intentos de Paz parecían
convertirse en detonantes de más guerras, intolerancia, fabricación de armas y
de escenarios complotados para probarlas. Comunidades enteras y ancestrales se
dieron a la tarea de denunciar los atropellos contra nuestro hogar, el medio
ambiente, esta peña flotante en el mar universal donde habitamos todos y que en
la actualidad parece abandonar la lista de prioridades de una mal llamada
humanidad.
Siempre digo que el ser
humano está en esta tierra para producir una sola cosa: Humanismo, sin embargo,
el hábito de creernos el centro del universo nos hace olvidar que no somos el
universo sino parte de él. Y así también hemos olvidado que formamos parte de
un conjunto de seres vivientes sin distinción de piel, manto o plumaje y que
inútilmente los hacemos representantes de valores que no respetamos y de los
cuales al parecer no queremos ser custodios. Lástima de quienes se concentran
física y mentalmente en ver sólo desde sus implícitas necesidades desde lo
micro, ignorando el macrocosmos al que pertenece.
La crisis existente en
una gran mayoría de países ha impulsado a nuevos idealistas, a convocar
esfuerzos con los que, sin confundirse en la bandeja de los idearios políticos,
se logre exaltar los valores humanos, los valores de una sociedad capaz de
resolver la intolerancia, la pobreza, el conflicto sobre si la individualidad
es el muro que nos separa o la maravilla de ser diferentes; así como otros
grandes problemas que aquejan a la humanidad y que guardan una profunda
relación con un tópico que siempre nos acosa como seres humanos, y es la
ignorancia de saber tener o saber ser. Ambos nos conducen por caminos
diametralmente opuestos, pero sólo uno nos permite contribuir a la construcción
de nuevos paradigmas, que no por tales, impidan ver con claridad la ruta que
como civilización, como sociedad, como especie, garantice la creación de
nuevos individuos que a su vez asuman responsablemente la continuidad de la
Humanidad.
Entonces así, es como lo entiendo ahora mi
querido Romerito, y de esa forma sí podremos surcar los aires como águilas valientes y poder
contemplar como un todo esta hermosa tierra que compartimos.
Que descansen...
Elio Montiel
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