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En la Pared II. Elio Montiel. Ilustración Digital. 2019 |
Un
maestro chocolatero recibió el tan ansiado aviso de que había clasificado para
el “Gran Concurso de Repostería de la Nación” Su exquisito pastel de calabaza y
chocolate amargo había hecho las delicias del jurado seleccionador.
La
buena racha había comenzado. Pensó, y finalmente podría salir de aquella
panadería de quinta categoría en la que había tenido que trabajar al regresar
de la guerra, cosa que siempre lamentaba al recordar el lujo e importancia de
sus trabajos previos.
Decidió
entonces prepararse para el gran día del concurso nacional. Por las noches,
cuando llegaba de trabajar a su modesta residencia horneaba deliciosas mezclas
que inundaban hasta fatigar con su aroma el pequeño espacio donde vivía.
Al
regresar a su trabajo cada día, preparaba las simples pastas y masas comunes
que terminaban perdiéndose en el mostrador de pastelería de aquella humilde
panadería.
Cierto
día llegó a la pastelería un anciano acompañado de su nieto mayor, quien
insistía en salir de allí y buscar otro lugar más acogedor y oferta más
apetitosa, sin embargo, el anciano, le decía al nieto que todo estaría bien. “A
veces de los hornos viejos y humildes se extraen productos dignos de un Rey”.
Miró al tendero y pidió que le sirviera un pastel de los que estaban en el
exhibidor. Sin hacer oídos al reclamo de su nieto, el anciano partió a la mitad
la pieza de “pâtisserie” y probó un pedazo para luego sacarlo con desagrado de
su boca y dejarlo nuevamente en el plato. ¡Te lo dije abuelo! ¡Hemos debido ir
a otro lugar!
El
anciano llamó al tendero y pidió hablar con el pastelero, a pesar del
desacuerdo de su nieto.
A
los pocos minutos salió el chocolatero algo molesto por el incordio de su jefe
y se paró frente al anciano que lo miró compasivamente a los ojos y le dijo.
Este pastel es realmente miserable, triste, desolado. Sabe a dolor y
desesperanza, algo que no necesitamos en estos tiempos, sin embargo, en el
corazón de su masa laten los sueños. ¿Y sabe algo? A mi edad aprendí que los
sueños se comparten. Hoy después de muchos años he vuelto a ver a mi nieto.
Pensé que moriría sin verlo una vez más, pero los sueños son un regalo que se
hacen realidad cuando mas los necesitamos. ¡No pierda la esperanza! Eso se
refleja en sus acciones, en lo que damos y en lo que recibimos.
De
los ojos del chocolatero rodaron unas breves lágrimas que inundaron sus ojos.
Le pidió disculpas al anciano y de su delantal extrajo un trozo de su pastel de
calabaza y chocolate que había preparado la noche anterior para comer durante
la jornada.
El
anciano lo llevo a su boca y luego de saborearlo casi infinitamente exclamó.
¡Este está vivo!
No
hay mucho mas que contar de esta historia mi querido amigo, aparte de que el
Maestro Chocolatero finalmente ganó el concurso Nacional de Repostería con un
humilde pero extraordinario pastel de calabaza con chocolate. ¡Ah! Y que uno de
los jurados principales de aquel concurso era el joven nieto de aquel anciano
que conoció ese memorable día.
Que
descansen…
Elio
Montiel
Para
Píldoras para dormir conmigo mismo.
Agosto
2020
Mee quedó con esto tan especial: ¡No pierda la esperanza! Eso se refleja en sus acciones, en lo que damos y en lo que recibimos.
ResponderEliminarExactamente!
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