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jueves, 6 de agosto de 2020

De los mensajes Inconscientes ¿O encriptados?


 A mi Hermana Neida

Equo N°3.
Ilustración digital.
Elio Montiel 2020

Esperaba a que sonara el teléfono, sabía que sucedería en algún momento inoportuno como suele pasar siempre.

Pasaron las horas, pero nada, permaneció mudo durante la mañana, la tarde y finalmente llegó la noche y esta vez podía decir que mi día había transcurrido insospechadamente tranquilo.

Me fui a la cama con algunas cosas para revisar, entre las que encontré un texto que hacía días quería corregir, en ese momento llegó a mi memoria la vez que una hermana me sugirió escribir sobre “el oficio del escritor”.

Comencé por la ortografía, no sé si es una singularidad mía, pero suelo escribir en tropel, sin hacer caso de como van saliendo las palabras, a veces estoy escribiendo y suelo hacer notas al margen (escribo primero en papel) que seguramente serán de otra idea o escrito futuro, por eso de que creo que mi cerebro trabaja en múltiples dimensiones… ¿o direcciones?

En fin, comencé con la ortografía. Pasado un rato, ya había concluido esa parte por lo que seguí con el segundo paso: Simplificación de frases, oraciones y economía del lenguaje sin que lo escrito pierda el sentido que quiero darle.

El tercer paso: revisar puntuación, no es que sea muy bueno en eso, pero lo que si está claro es que me gusta hacerlo de forma que parezca que estoy hablando con quien me lee, que sienta que estoy allí hablándole a la cara, con mis pausas e imprecisiones, mis miradas esquivas o directas o como cuando digo las cosas en carretilla por un camino empedrado.

Me detuve brevemente en ese específico momento y tomé un respiro…

Al retomar mi análisis, me di cuenta que se me olvidaba poner el punto sobre la “I”, literalmente (recuerden que primero hago un manuscrito). Así que me dije: “Pongamos los puntos sobre la Íes”.

En una segunda pasada, revisé que no se repitiera en las “T” a las cuales se me olvida ponerles el palito desde mi época de primaria, en eso, ni el Padre Fermín logró con su cordón Franciscano hacerme corregir, por lo que decidí darme un regaño oficial y remarqué con un creyón rojo tanto los puntos de la “I” como los palitos de la “T”.

Al final de aquel regaño, entre puntos y palitos me quedé observando detenidamente…

Aquellas marcas al “azar” hicieron que estallara en una sonora carcajada que me dejó casi sin aliento. Debí taparme la boca temiendo que mis vecinos escucharan tal escándalo. El mapa de puntos y rayas me hizo la noche y me mando feliz a dormir con su mensaje encubierto.

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Que descansen…

Elio Montiel

Para Píldoras para dormir conmigo mismo

Agosto 2020


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