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NOVIEMBRE 2005
Recibí un correo de mi hermano en el que me contaba lo angustiado que estaba...
ya próximo tendría los parciales en la universidad, las cosas en el trabajo no
le salían como quería y lo peor del caso era que sentía que no podría resolver
sus asuntos pendientes. A todo esto se le sumaba las diligencias con un banco y
otro para un asunto de la hipoteca del apartamento nuevo en el que él y su
pareja estaban interesados en adquirir.
Recordé entonces, cuantas veces me había encontrado en la misma situación y
confieso que aún me pasa, sólo que ya no me hago tanto caso, porque de alguna
manera conseguí entender que las cosas siguen a pesar de mi y que el único
idiota que cree que el mundo se detiene cuando el decide pararse, es aquel que
no se ha admirado del ir y venir de las olas frente a un mar sereno o, el
cambio del día a la noche en el difuminado de luz más espectacular que pueda
existir. Es aquel cuyo pequeño ego, no le permite ver la grandeza de una
hormiga como expresión de vida, o la mirada de un niño, o que decir de nuestra
propia grandeza, la que no reconocemos porque ese pequeño enano llamado “ego”
nos empaña la vista, nos engaña...
Al comprender la responsabilidad que tenemos de vivir, al comprender que el
universo se mueve a su propio aire, y que todo fluye al ritmo que le
corresponde, se aclara la forma en que vemos nuestro mundo, se acaba la
incertidumbre y desaparece la angustia... comenzamos a trabajar en armonía
dentro del engranaje universal.
Respondí el correo a mi hermano y entre las muchas cosas que le dije, sé que le
dije algo que ustedes y él ya sabían...
“...deja que los eventos transcurran con la naturalidad que les
corresponde... Una roca cae por una pendiente más rápido o más despacio según
sea su peso, entonces... deja que las cosas fluyan según su naturaleza.”
Elio Montiel C.
Píldoras para dormir conmigo mismo
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