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martes, 11 de febrero de 2014

Dime de qué pregonas…





 Le decía a un amigo que me parecía importante el hecho de que un ser humano recibiera el reconocimiento a sus actividades y acciones concretas con el Premio Nobel. También, de cómo todas esas personalidades permanecían prácticamente anónimas al mundo, salvo en las ocasiones en que eran nuevamente llamados como referencia en sus propios círculos de acción, las controversias generadas por sus opiniones y posturas frente a situaciones suscitadas en el acontecer mundial, referencia académica y en otros casos por su desaparición física. Este amigo me explicaba que de alguna manera esos premios respondían a intereses particulares, políticos y muchas veces hasta por no dejar vacíos en la historia del premio.
Pensé entonces que era muy triste que aquellos que de alguna manera marcaron un hito en la vida de la humanidad, se prestaran exclusivamente para eso y aun más triste me pareció que aquellos que en algún momento confiamos en la relevancia de dichas personalidades descubriéramos al final que habíamos sido timados, defraudados.
La auto realización es un proceso íntimo que sólo es advertido por otros cuando se manifiesta a través de valores en la vida de quien logra ese objetivo personal como una causal para un objetivo mayor. Es quizás aquello que motoriza indefectiblemente la humildad y el deseo de generar tal proceso en otros…  y que obliga a manifestar actitudes distintas frente a situaciones complejas, a reflexionar antes de hablar, admitir y reconocer esa actitud en otros de manera constante, omitir  juicios sin valor, mantener e inspirar el profundo deseo de continuar evolucionando en ese proceso;  crear valor de la nada y  sostener tales valores y actitudes en el tiempo haciéndolas su propia piel.
He tenido la oportunidad de percibir eso en muchas personas a las cuales  admiro. Desde luego, no han ganado el premio Nobel, ni siquiera han estado nominados y quizás nunca lo estén, pero de lo que si estoy seguro es que son personas que dejan una huella imborrable en las vidas de muchos otros, que conversan contigo en el día a día y te dan lo mejor de sí a cada instante. No han necesitado el Nobel para ello, simplemente han crecido de manera increíble desde su propia realidad. Creo firmemente que todos podemos.

Que descansen… Buenas noches

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