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martes, 11 de febrero de 2014

El momento




Al poco tiempo de haber regresado de visitar a un amigo, me senté a revisar los mensajes en mi correo electrónico y encontré la protesta de otro amigo con relación a lo que él sentía era injusto y propio de personas desleales. Hablaba muy apasionadamente sobre lo importante que era defender y proteger aquello que representaba nuestras raíces, la importancia de dar el valor debido a nuestra tierra, a nuestra pequeña región. Compartí con él mi opinión diciéndole que de alguna forma también era responsabilidad de nosotros no haber transmitido ese sentido de pertenencia y que de alguna manera habíamos sido egoístas al no entregarnos completamente a rescatar, proteger y transmitir lo que siempre estuvo y estará en nuestro corazón. Es comprensible que las nuevas generaciones, generaciones de relevo o como queramos llamarlas, no encuentren asidero en nuestras propuestas o en el sentido que antes solíamos darle a la vida en relación con nuestra tierra, pero somos responsables de ello, y somos quienes debemos proteger lo que nos hace auténticos e irrepetibles.
Al terminar la conversación, dijo que guardaría mis palabras para llevárselas en su corazón y cuando le tocara regresar a esta vida pondría de si todo el esfuerzo para que dondequiera llegase impregnar la vida de ese valor…
Me senté a reflexionar, mientras hervía el agua para hacer café, aun tengo la costumbre de colarlo,  me agrada sentir el olor magnánimo de una de nuestros más arraigados deleites, el café calentito, que invita a la conversación, aunque sea con uno mismo. Me quedé aletargado mientras esperaba, pensaba en lo que había conversado con mi amigo y en cómo tan fácilmente caemos en el error de dejar las cosas a un lado. Pensé también en lo importante que es entender “el momento”, no el ahora.
Cuando las cosas suceden, pensé, es “el momento”, quizás por esa razón es que perdemos mucho tiempo en reconstruir y reconstruir, en levantar valores, moral y conducta. Somos lo que las circunstancias nos obligan a ser, porque perdemos “el momento” para construir y fortalecer debilidades, que en sí mismas son fortalezas en proceso de trasponer los muros de la desconfianza, el miedo y la desidia; pero nos empeñamos en hacerlas nuestras cartas de presentación, nuestras amigas más cercanas, la síntesis perfecta de nuestra incapacidad para ver las responsabilidades que hemos dejado de lado.
  La vida nos ha dado la capacidad de errar, sólo como punto de partida para un nuevo comienzo, para una nueva lealtad con nosotros mismos y definitivamente para ensalzar la especie que somos.
Terminé de colar el café cuando me di cuenta que sólo había sido un recurso inconsciente para reconciliarme con lo mío, con aquellas cosas que suenan en mi mente y memoria como costumbre, identidad, pertenencia… mi café. Para mañana aun estará bien y lo podré degustar con el placer de que sigue siendo mío.
Que descansen. Feliz noche.

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