Al poco tiempo de haber regresado
de visitar a un amigo, me senté a revisar los mensajes en mi correo electrónico
y encontré la protesta de otro amigo con relación a lo que él sentía era
injusto y propio de personas desleales. Hablaba muy apasionadamente sobre lo
importante que era defender y proteger aquello que representaba nuestras
raíces, la importancia de dar el valor debido a nuestra tierra, a nuestra
pequeña región. Compartí con él mi opinión diciéndole que de alguna forma
también era responsabilidad de nosotros no haber transmitido ese sentido de
pertenencia y que de alguna manera habíamos sido egoístas al no entregarnos
completamente a rescatar, proteger y transmitir lo que siempre estuvo y estará
en nuestro corazón. Es comprensible que las nuevas generaciones, generaciones
de relevo o como queramos llamarlas, no encuentren asidero en nuestras
propuestas o en el sentido que antes solíamos darle a la vida en relación con
nuestra tierra, pero somos responsables de ello, y somos quienes debemos
proteger lo que nos hace auténticos e irrepetibles.
Al terminar la conversación, dijo
que guardaría mis palabras para llevárselas en su corazón y cuando le tocara
regresar a esta vida pondría de si todo el esfuerzo para que dondequiera
llegase impregnar la vida de ese valor…
Me senté a reflexionar, mientras
hervía el agua para hacer café, aun tengo la costumbre de colarlo, me agrada sentir el olor magnánimo de una de
nuestros más arraigados deleites, el café calentito, que invita a la conversación,
aunque sea con uno mismo. Me quedé aletargado mientras esperaba, pensaba en lo
que había conversado con mi amigo y en cómo tan fácilmente caemos en el error
de dejar las cosas a un lado. Pensé también en lo importante que es entender
“el momento”, no el ahora.
Cuando las cosas suceden, pensé,
es “el momento”, quizás por esa razón es que perdemos mucho tiempo en
reconstruir y reconstruir, en levantar valores, moral y conducta. Somos lo que
las circunstancias nos obligan a ser, porque perdemos “el momento” para
construir y fortalecer debilidades, que en sí mismas son fortalezas en proceso
de trasponer los muros de la desconfianza, el miedo y la desidia; pero nos
empeñamos en hacerlas nuestras cartas de presentación, nuestras amigas más
cercanas, la síntesis perfecta de nuestra incapacidad para ver las
responsabilidades que hemos dejado de lado.
La vida nos ha dado la capacidad de errar, sólo como punto de partida
para un nuevo comienzo, para una nueva lealtad con nosotros mismos y
definitivamente para ensalzar la especie que somos.
Terminé de colar el café cuando
me di cuenta que sólo había sido un recurso inconsciente para reconciliarme con
lo mío, con aquellas cosas que suenan en mi mente y memoria como costumbre,
identidad, pertenencia… mi café. Para mañana aun estará bien y lo podré
degustar con el placer de que sigue siendo mío.
Que descansen. Feliz noche.
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