Siempre he evitado
algunos temas de conversación porque creo que hieren la sensibilidad de las
personas que me rodean, sin embargo, hace unos días comentábamos un grupo de
amigos sobre la importancia de entender la responsabilidad que tenemos sobre
nuestros actos así como la de asumir la consecuencia de los mismos.
Argumentaba en esta
ocasión que hoy día se hace cada vez más clara la necesidad que tenemos de
reconocimiento, y que la tendencia general es entender, quizás no tanto como
quisiéramos, que al final son nuestras
acciones frente a la variedad de circunstancias que afrontamos como sociedad,
las que pueden conducirnos a ser una mejor especie, y por supuesto, cambiar nuestro sistema de creencias era uno
de los primeros pasos a dar en el camino hacia el bienestar de la humanidad.
Estamos acostumbrados
a ver fuera de nuestras propias vidas los hechos que irremediablemente son el
producto de nuestras acciones, o como dije en esa oportunidad, nuestra sociedad
psico antropológicamente necesita postrarse ante el dios del trueno y buscar en
sus temores la forma de exculparse, eximirse de sus responsabilidades para
acreditárselas y endilgárselas a seres que a consecuencia de nuestros miedos
ancestrales y muchas veces nuestra propia comodidad, poseen el poder de
distanciarnos de nuestras propias realidades y responsabilidades.
Esa forma de
hipocresía ancestral, siempre ha estado tras las bambalinas de creencias y
principios, simplemente nominales, porque no los ponemos en práctica y porque
preferimos encontrar en la comodidad del perdón de los dioses las respuestas de
nuestros destinos. Es una cuestión de valor como especie, con este valor y
claridad de propósito ya hubiésemos solucionado los grandes problemas que
aquejan a la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario