A mi primita Andreina
En estos días me distraía frente
a la tele, viendo un programa de Discovery que hablaba del Universo, las
teorías de su formación, el big bang, etc, etc, muy interesante por demás. No
soy muy dado a distraerme pensando cuán difícil debe haber sido para toda esa
cantidad de partículas de los que está conformado el universo, reunirse hasta
producir la maravilla de la vida como la conocemos. Sinembargo a pocos días de
eso pude darme cuenta de otras cosas que hicieron modificar mi opinión.
Decidí salir a caminar un rato
sin dirección particular. La caminata me llevó a una plaza donde había mucha
gente. Me senté a contemplar esa dinámica tan hermosa que crean los seres
humanos en los espacios abiertos, debo
confesar que me distrae observar a las personas en diferentes situaciones y
jugar a predecir sus acciones. Al poco tiempo vi que se aproximaba hacia mí un
niño con uno de estos juguetitos electrónicos, que a mi edad cuesta apreciar su
valor (¡claro! yo llegué antes del
pacman y lo del Mario Bross y todo eso). Me atreví entonces a preguntarle de
que iba el minúsculo aparatito y viéndome con extrañeza me preguntó: ¿Quieres
jugar? Le dije que de ninguna manera osaría tocar ese aparatico estresante por
demás. Volvió a verme, se colocó a mi lado,
casi paternalmente y comenzó a explicarme de que iba el juego. Al poco rato le
agradecí su paciencia y le dije que esperaba algún día poder jugar como él. Me
miro con cierto aire de piedad, me obsequió una pequeña sonrisa y se fue
perdiendo en la distancia como las imágenes de ese universo que según algunos
teóricos, sigue y sigue expandiéndose infinitamente.
Repentinamente, sentí que me
recluía en una especie de atmosfera en la que entendía que aun cuando no podía
superar la destreza de aquel chiquillo, había podido interceptarlo en ese
preciso segundo en el que ambos corazones latieron juntos para producir ese
encuentro. Al volver a esa realidad particular de esa plaza, pude apreciar como
volvieron los sonidos, los rostros de las personas, las correrías de los niños…
¡Vi el universo! Y pude darme cuenta que en aquel lugar especial era imposible
no contactar a otro de manera extraordinaria… Pensé entonces que no fue tan
difícil para el universo cumplir la misión de crear la vida y que mientras yo
me quedaba sentado observando el universo particular de la plaza él seguía
creciendo en los pequeños pasos del niño que jugaba con su aparatico
electrónico. Sonreí…
La vida no es simplemente una
suerte, es un juego en el que la ruleta rusa apostó a nosotros, creyó en
nuestras posibilidades como especie frente a un laberinto de innumerables
salidas y entradas y que finalmente sigue dándonos la oportunidad de crecer
Feliz noche para todos…
Elio Montiel
Excelente Elio!
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