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martes, 11 de febrero de 2014

La Suerte de la vida



 A mi primita Andreina


En estos días me distraía frente a la tele, viendo un programa de Discovery que hablaba del Universo, las teorías de su formación, el big bang, etc, etc, muy interesante por demás. No soy muy dado a distraerme pensando cuán difícil debe haber sido para toda esa cantidad de partículas de los que está conformado el universo, reunirse hasta producir la maravilla de la vida como la conocemos. Sinembargo a pocos días de eso pude darme cuenta de otras cosas que hicieron modificar mi opinión.
Decidí salir a caminar un rato sin dirección particular. La caminata me llevó a una plaza donde había mucha gente. Me senté a contemplar esa dinámica tan hermosa que crean los seres humanos en los espacios abiertos,  debo confesar que me distrae observar a las personas en diferentes situaciones y jugar a predecir sus acciones. Al poco tiempo vi que se aproximaba hacia mí un niño con uno de estos juguetitos electrónicos, que a mi edad cuesta apreciar su valor  (¡claro! yo llegué antes del pacman y lo del Mario Bross y todo eso). Me atreví entonces a preguntarle de que iba el minúsculo aparatito y viéndome con extrañeza me preguntó: ¿Quieres jugar? Le dije que de ninguna manera osaría tocar ese aparatico estresante por demás. Volvió a verme,  se colocó a mi lado, casi paternalmente y comenzó a explicarme de que iba el juego. Al poco rato le agradecí su paciencia y le dije que esperaba algún día poder jugar como él. Me miro con cierto aire de piedad, me obsequió una pequeña sonrisa y se fue perdiendo en la distancia como las imágenes de ese universo que según algunos teóricos, sigue y sigue expandiéndose infinitamente.
Repentinamente, sentí que me recluía en una especie de atmosfera en la que entendía que aun cuando no podía superar la destreza de aquel chiquillo, había podido interceptarlo en ese preciso segundo en el que ambos corazones latieron juntos para producir ese encuentro. Al volver a esa realidad particular de esa plaza, pude apreciar como volvieron los sonidos, los rostros de las personas, las correrías de los niños… ¡Vi el universo! Y pude darme cuenta que en aquel lugar especial era imposible no contactar a otro de manera extraordinaria… Pensé entonces que no fue tan difícil para el universo cumplir la misión de crear la vida y que mientras yo me quedaba sentado observando el universo particular de la plaza él seguía creciendo en los pequeños pasos del niño que jugaba con su aparatico electrónico. Sonreí…
La vida no es simplemente una suerte, es un juego en el que la ruleta rusa apostó a nosotros, creyó en nuestras posibilidades como especie frente a un laberinto de innumerables salidas y entradas y que finalmente sigue dándonos la oportunidad de crecer
Feliz noche para todos…

Elio Montiel

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