Estaba en el lugar donde un día a
la semana presto mi colaboración voluntaria vendiendo el material de estudio y
de la práctica de la religión que profeso. Al final de la jornada me quedé sólo
arreglando las cuentas del cierre de caja y guardando las cosas para cerrar la
pequeña tienda e irme a casa. De repente se abrió la puerta y entró como una
tromba un pequeño niño, gordito como un peluche, todo rollizo, fuerte y con
cachetes como de algodón de azúcar coloreado.
Un niño perfecto diría yo, aun cuando para mi todos los niños son
perfectos, éste estará siempre en mi corazón. Era la primera vez que lo veía
por los lados de la tienda, quizás porque su estatura no le alcanzaba para
tocar el mostrador o porque era la primera vez que iba, en fin, el punto es que
abrió la puerta como un vendaval y extendió su mano para entregarme algo.
Entre sus dedos gorditos había un
pequeño cuadrado de papel con una estrella pintada con marcador verde y dijo –
Toma! Una niña que parecía estar controlándolo, lo llamó diciéndole que saliera
de la tienda se volvió nuevamente hacia mí y dijo - ¡Chao! Bueno, al menos eso
creo que dijo y salió corriendo, moviendo todo su cuerpecito relleno de vida y
haciendo temblar mi corazón de sorpresa y felicidad, de esa clase que se siente
muy íntimamente y no se separa de tu piel en mucho tiempo.
Volví a observar el pequeño
cuadrado de papel, ¡en efecto! Era una estrella con sus perfiles un tanto
torcidos, ¡pero una estrella hecha maravillosamente en color verde! Introduje
el pequeño pedazo de papel en mi cartera y fui cómplice de mi propia sonrisa de
satisfacción al verlo en la cartera junto a mi identificación.
Al salir, me despedí de algunos
compañeros que quedaban todavía en la sede. En un momento no sé en cual
apareció aquella pequeña bolita de carne corriendo perseguido por la niña que
había visto antes. ¡Aarón! llamaba la niña. Me decidí a llamarlo yo también y
regresó hacia mi le di las gracias por la estrella y él me dijo en su enredo de
lengua - ¡De nada! Y siguió corriendo sin parar.
Esa noche me fui caminando a casa
pensando en Aarón, me sentía muy afortunado de haberle conocido en medio de sus
eólicas carreras, perseguido por la niña. Pensé mientras caminaba que así debe
ser la vida, vibrante, veloz, huyéndole al infortunio con vitalidad, risas y alegría. Me dije en voz alta: ¡La
vida… definitivamente es bella! Más tarde introduje un pequeñísimo comentario
en mi página de una conocida red social. Al día siguiente una gran amiga
comentó “y tú la
observas con ojos bien abiertos! TQM” No quisiera hacerme responsable de una
capacidad tan hermosa como la que menciona mi amiga, pero siento que debería
haber muchos Aarones haciendo vibrar los
corazones de la gente… para que abramos los ojos y comencemos a vivir de
verdad.
Saqué mi cartera del bolsillo del
pantalón para observar nuevamente mi estrella, mi bella estrella verde pintada
por Aarón y otra vez sonreí… intentando abrazar la belleza de la vida en el
camino a casa.
Buenas noches… Que descansen
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