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martes, 11 de febrero de 2014

¡Observar la vida con los ojos bien abiertos!





Estaba en el lugar donde un día a la semana presto mi colaboración voluntaria vendiendo el material de estudio y de la práctica de la religión que profeso. Al final de la jornada me quedé sólo arreglando las cuentas del cierre de caja y guardando las cosas para cerrar la pequeña tienda e irme a casa. De repente se abrió la puerta y entró como una tromba un pequeño niño, gordito como un peluche, todo rollizo, fuerte y con cachetes como de algodón de azúcar coloreado.  Un niño perfecto diría yo, aun cuando para mi todos los niños son perfectos, éste estará siempre en mi corazón. Era la primera vez que lo veía por los lados de la tienda, quizás porque su estatura no le alcanzaba para tocar el mostrador o porque era la primera vez que iba, en fin, el punto es que abrió la puerta como un vendaval y extendió su mano para entregarme algo.
Entre sus dedos gorditos había un pequeño cuadrado de papel con una estrella pintada con marcador verde y dijo – Toma! Una niña que parecía estar controlándolo, lo llamó diciéndole que saliera de la tienda se volvió nuevamente hacia mí y dijo - ¡Chao! Bueno, al menos eso creo que dijo y salió corriendo, moviendo todo su cuerpecito relleno de vida y haciendo temblar mi corazón de sorpresa y felicidad, de esa clase que se siente muy íntimamente y no se separa de tu piel en mucho tiempo.
Volví a observar el pequeño cuadrado de papel, ¡en efecto! Era una estrella con sus perfiles un tanto torcidos, ¡pero una estrella hecha maravillosamente en color verde! Introduje el pequeño pedazo de papel en mi cartera y fui cómplice de mi propia sonrisa de satisfacción al verlo en la cartera junto a mi identificación.
Al salir, me despedí de algunos compañeros que quedaban todavía en la sede. En un momento no sé en cual apareció aquella pequeña bolita de carne corriendo perseguido por la niña que había visto antes. ¡Aarón! llamaba la niña. Me decidí a llamarlo yo también y regresó hacia mi le di las gracias por la estrella y él me dijo en su enredo de lengua - ¡De nada! Y siguió corriendo sin parar.
Esa noche me fui caminando a casa pensando en Aarón, me sentía muy afortunado de haberle conocido en medio de sus eólicas carreras, perseguido por la niña. Pensé mientras caminaba que así debe ser la vida, vibrante, veloz, huyéndole al infortunio con vitalidad,  risas y alegría. Me dije en voz alta: ¡La vida… definitivamente es bella! Más tarde introduje un pequeñísimo comentario en mi página de una conocida red social. Al día siguiente una gran amiga comentó  y tú la observas con ojos bien abiertos! TQM” No quisiera hacerme responsable de una capacidad tan hermosa como la que menciona mi amiga, pero siento que debería haber muchos Aarones haciendo vibrar  los corazones de la gente… para que abramos los ojos y comencemos a vivir de verdad. 
Saqué mi cartera del bolsillo del pantalón para observar nuevamente mi estrella, mi bella estrella verde pintada por Aarón y otra vez sonreí… intentando abrazar la belleza de la vida en el camino a casa.
Buenas noches… Que descansen

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