Cuando escribo en mi blog suelo
hacerlo con la idea de apoyar a quienes me leen, alentándolos con simples
palabras e historias que como mínimo les extraiga una sonrisa, respiren
profundo y se den una nueva oportunidad de continuar.
Fotografía: Elio Montiel |
Últimamente, no deseaba escribir
porque sentía que no era capaz de dar aliento, sin dejar entrever mi afectación
por la realidad de mi país. Vivo en el más hermoso de los países del mundo…
como me enseñaron en la escuela: Al norte de la América del Sur bañado por las
aguas del Mar Caribe. Un país cuyo principal tesoro, era su gente, su
maravillosa gente. De un tiempo para acá digamos unas dos generaciones, he
contemplado con tristeza como la división se ha vuelto una práctica constante,
la desunión ha llegada hasta los hogares borrando de los corazones,
valores que sólo se aprenden allí, en el
hogar.
En estos días conversaba con un
amigo al que le preocupaba la impunidad con la cual se estaban tratando graves
situaciones que afectan la sociedad de mi país. De manera inmediata le respondí
que lo más triste era que en los últimos tiempos, esa misma impunidad estaba
siendo colocada en los corazones de las nuevas generaciones dentro de sus
propios hogares, donde se supone se deben alimentar con valores las mentes jóvenes…
las generaciones de retorno.

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