Cuando chico solía decir que de
volver a nacer me gustaría conocer todos los nombres de los árboles, una
ilusión quizás, o tal vez no querer aprenderlos justo en esta existencia. Sin
embargo, y después de muchos años tropecé con el concepto de respeto a la
diversidad, es decir, apostar a la importancia del otro sin distinguir esos
rasgos que tomamos como escusa para establecer diferencias, construir nuestras
murallas y alimentar a la bestia de la individualidad.
Fotografía: Elio Montiel |
Sí, ¡sé que lo están pensando! Y no niego que al
igual que Usted querid@ amigo@ lector@, establezco mis vínculos de acuerdo a
mis preferencias, gustos y... ¿por qué no decirlo? A mis propias necesidades y
pasiones ¡ah! ¡Y no por eso me siento mal conmigo mismo o transito por un
insondable y profundo sentimiento de culpa!
La diferencia consiste en que si pongo a un lado
mis preferencias, gustos, pasiones y etcéteras, me encontraré con las manos
vacías de indicadores o escalas que me permitan establecer esa diversidad
existente, incluso la mía propia, lo cual tampoco es bueno, nada sano; estaría
desprovisto de cualidades que me diferencian y me hacen un individuo único, por
lo que tengo valor e identidad.~
Al sumar mis palabras, el resultado es que son
importantes las diferencias, éstas hacen individuos únicos, exquisitos, con
identidad, como árboles en el inmenso bosque de la vida, pequeños o grandes,
frondosos o escasos, en fin… diferentes.
El punto hay que ponerlo en que lo que podría
acercarnos en esta vorágine de diferencias, es el respeto que podamos brindar
al otro, y no olvidar agradecerle que existe pues es gracias a él que cada uno
de nosotros es diferente y para lograrlo, necesitamos sentir un profundo
respeto por aquello que también lo hace único e irrepetible a él.
Buenas noches y que descansen.
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