Recibí la visita de un amigo que
hacía tiempo no veía. Me encantó ver su
progreso, un buen carro, posición (claro! por sus comentarios), aparentemente
dinero… en fin lo que realmente me importó en ese momento fue darme cuenta que
nuestro afecto seguía intacto, bastaron pocos minutos para que ya estuviéramos
diciéndonos chorradas y burlas, comentando sobre los viejos amigos y la
familia, enterándonos de las noticias, como quien pasa revista sobre las cosas
hechas durante el día y hablando de nuestros personajes comunes. Dos hermanos
que se encuentran al final de la tarde, eso éramos, dos amigos que el tiempo
convirtió en hermanos.
Atardecía la conversación cuando
observé que miraba una pequeña estatuilla de Buda que se encontraba en un
rincón de mi sala. La pequeña estatuilla de apenas 10 centímetros había viajado
desde el Tíbet como el obsequio de un amigo trotamundos. Su mirada hizo que me
adelantara y le dijera que era un obsequio que apreciaba mucho por su
significado. ¿A caso crees en esas cosas? Y volvió su mirada a la pequeña
estatuilla. Le respondí que creía en el afecto y el aprecio con el que me habían
obsequiado la pieza y debido a eso tenía un espacio en mi corazón. Ese aspecto
intangible era lo realmente valioso para mí, era lo que realmente estaba en mi
corazón.
Fotografía: Elio Montiel |
Le dije: Si encuentras la mesa en
mi baño, ¿pensarías que he convertido la sala de baño en mi comedor? Rió, hasta el cansancio y en un
respiro me dijo: ¡Sólo pensaría en que sigues siendo el loco de siempre! Bien
eso es lo que está en tu corazón, lo que te hace sentir cerca de mí, eso que
extrañas y te hace llegar a la casa cada cierto tiempo. Te quiero mucho. Le
dije, porque sé que estoy en tu corazón y viéndote creo que me siento un poco
estrecho. Debes hacer lo que te hace feliz y definir lo que debe estar en tu
corazón. No importa de cuanto oro,
imágenes o cosas te rodeen, no importa incluso quienes o que te rodea,
¡sólo siéntete seguro de que es lo que está en tu corazón! De esa manera serás
cada vez más único e irrepetible y así tendré más espacio donde sembrar en tu
vida.
Se me quedó observando y unas
pequeñas lágrimas rodaron por sus mejillas. Preguntó ¿Cómo sabías lo que
sentía? Le respondí: No importa cuánto tiempo pases lejos de mí. Siempre estás
en mi corazón, el mismo que te siente en cada paso que das, en cada sentimiento
o en cada visita que me haces.
Después de esa visita no le he
vuelto a ver, pero sé que está abriendo espacios gigantescos en su corazón. Lo
siento.
Que descansen, Feliz noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario