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martes, 11 de febrero de 2014

LAS DEUDAS DE LA AMISTAD




A Bernardo,  Noelia, y María Claudia
Sonó el celular anunciando que había llegado un mensaje. ¡Vaya con la tecnología! Esperé unos segundos, a decir verdad unos cuantos minutos porque me encontraba conversando con una amiga, sobre algunos problemitas que enfrentaba. Al poco rato de haber despedido mi amiga (espero que mis palabras le hayan sido útiles), recordé el mensaje y recogí el celular de la mesita para ver el mensaje. Decía: vas a ser Tío! No lo digas a nadie todavía, queremos que sea una sorpresa!
EMON Fotografía: Elio Montiel
El mensaje en cuestión era de un gran amigo, por así decirlo, “de toda la vida” (Sí, veintitrés años pueden ser toda una vida). Me emocioné mucho y le respondí inmediatamente con  las comunes consejas del loco por el que siempre me ha tomado y me fui a la cama pensando en la maravilla que era saberte importante para alguien, en especial un amigo.
Soy del numeroso grupo de personas que cree que los amigos son la familia que uno va escogiendo a lo largo de la vida y en términos más profundos yo diría que son aquellos que dejaste a lo largo de muchas existencias pasadas que regresan a ti, quizás sea por eso que hemos encontrado seres maravillosos que de manera inexplicable los sientes muy  cerca de ti y te conviertes en tío, hermano, abuelo, Madre o Padre y a veces en el extraño amante indisciplinado que aparece sin saber en la vida de alguien a quien no pretendías, mientras ellos se vuelven para ti en la risa de tu alma y el infinito de la dicha. Efectivamente, esa es la conclusión a la que he llegado, no hay otra explicación más acertada para mí, que mi propia explicación.
Ellos, mis amigos y amigas son efectivamente carne de mi carne, sangre de mi sangre y creo que si pudiera, los tendría de llavero en un bolsillo. Ellos para mi representan mi más grande deuda de amor. No importa donde estén, o con qué frecuencia los vea, sin son ricos, pobres, negros o blancos, inteligentes o necios, si son victoriosos o sienten haber perdido el coraje, sus errores también son los míos, como lo es su dolor, su alegría y no saben cuánto lamento no haber estado en cada uno de esos momentos para prestar mi hombro o simplemente reír al hablar sobre el sexo de las ballenas. Todos ellos, definitivamente, son parte de mi vida.
Me levanté de la cama y me senté a escribir, sabía que no podría dormir sin recordarles mi más grande deuda… mi deuda de amor.

Que descansen

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