A Bernardo, Noelia, y María Claudia
Sonó el celular anunciando que
había llegado un mensaje. ¡Vaya con la tecnología! Esperé unos segundos, a
decir verdad unos cuantos minutos porque me encontraba conversando con una
amiga, sobre algunos problemitas que enfrentaba. Al poco rato de haber
despedido mi amiga (espero que mis palabras le hayan sido útiles), recordé el
mensaje y recogí el celular de la mesita para ver el mensaje. Decía: vas a ser
Tío! No lo digas a nadie todavía, queremos que sea una sorpresa!
EMON Fotografía: Elio Montiel |
El mensaje en cuestión era de un
gran amigo, por así decirlo, “de toda la vida” (Sí, veintitrés años pueden ser
toda una vida). Me emocioné mucho y le respondí inmediatamente con las comunes consejas del loco por el que
siempre me ha tomado y me fui a la cama pensando en la maravilla que era
saberte importante para alguien, en especial un amigo.
Soy del numeroso grupo de
personas que cree que los amigos son la familia que uno va escogiendo a lo
largo de la vida y en términos más profundos yo diría que son aquellos que
dejaste a lo largo de muchas existencias pasadas que regresan a ti, quizás sea
por eso que hemos encontrado seres maravillosos que de manera inexplicable los
sientes muy cerca de ti y te conviertes
en tío, hermano, abuelo, Madre o Padre y a veces en el extraño amante
indisciplinado que aparece sin saber en la vida de alguien a quien no
pretendías, mientras ellos se vuelven para ti en la risa de tu alma y el
infinito de la dicha. Efectivamente, esa es la conclusión a la que he llegado,
no hay otra explicación más acertada para mí, que mi propia explicación.
Ellos, mis amigos y amigas son
efectivamente carne de mi carne, sangre de mi sangre y creo que si pudiera, los
tendría de llavero en un bolsillo. Ellos para mi representan mi más grande
deuda de amor. No importa donde estén, o con qué frecuencia los vea, sin son
ricos, pobres, negros o blancos, inteligentes o necios, si son victoriosos o
sienten haber perdido el coraje, sus errores también son los míos, como lo es
su dolor, su alegría y no saben cuánto lamento no haber estado en cada uno de
esos momentos para prestar mi hombro o simplemente reír al hablar sobre el sexo
de las ballenas. Todos ellos, definitivamente, son parte de mi vida.
Me levanté de la cama y me senté
a escribir, sabía que no podría dormir sin recordarles mi más grande deuda… mi
deuda de amor.
Que descansen
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